Biodiversidad: el paraíso perdido

No soy un ecologista fanático; no antepongo un supuesto “mundo natural” al mundo humano. Milito en la corriente del pensamiento ecológico conocida como ecología social o socioecológica, corriente esta que incluye a los desajustes socioeconómicos humanos como uno de los principales problemas ambientales; una corriente que supera la trampa epistemológica del reduccionismo biologicista en que caen la mayoría de las tendencias ecológicas y ambientales contemporáneas, trampa que arrebata o desconoce los contenidos políticos y socioeconómicos inherentes a toda propuesta ecológica.

Entiendo que la lucha por la defensa del ambiente está indisolublemente ligada a la lucha contra la explotación y la depredación capitalista; entiendo que no puede existir una sociedad sustentable dentro de la lógica del capital, y que la lucha por la defensa del entorno incluye indefectiblemente la lucha por la defensa del ser humano, tan agredido, tan alienado, tan cosificado y mercantilizado por la sociedad capitalista que su propia existencia ha perdido sentido; sin embargo, cada cierto tiempo mientras hago caminatas por los bosques del parque nacional Burro Negro, o por las montañas de la serranía del Paujil en el centro occidente de Venezuela, o camino en soledad frente al mar caribe, me complazco en imaginar como sería hoy el ecosistema terrestre si por algún azar evolutivo hace 2 millones de años el género Homínido no hubiera producido la rama del Homo Sapiens. Alejado del ruido de los hombres, envuelto por los sonidos de la naturaleza no antropizada, sueño despierto con un mundo que fue, y que ya no es ni volverá a ser.

Liberados mi mente y mi espíritu de las limitaciones del cuerpo y de la razón vuelo a través de un mundo maravilloso y ancestral, con imágenes que me son familiares y extrañas a la vez: veo una tierra llena de bosques, miles, millones de kilómetros cuadrados de una cúpula vegetal que se extiende en cada continente casi desde la orilla del mar hasta las mas altas montañas. ¡Una masa boscosa colosal! Como consecuencia de ella el aire es limpio y de una pureza indescriptible. En mi recorrido el cielo está inundado de bandadas de aves de todo tipo y colorido: sobre los cielos de Norteamérica miles de millones de palomas migratorias (hoy extintas) sobrevuelan los bosques de pinos, robles, abetos, arces y encinas. Acá en Venezuela, el firmamento de los cielos llaneros se puebla con decenas de miles de garza, loros, corocoras y ciento de especies que colorean la luz solar con tonos caleidoscópicos.

En las praderas norteamericanas mas de 80 millones de Bisontes hacen retemblar la tierra al huir de las manadas de lobos y de los Smylodon (Tigres dientes de sable) que los persiguen; cerca de ellos, majestuosas manadas de mamuts pacen en las frías praderas. Los océanos hierven de vida. Más de 400 mil Ballenas azules y cientos de miles de otras especies de Ballenas inundan con sus cantos la inmensidad del mar.

Las aguas oceánicas del todo el mundo rebosan pletóricas de vida; incontables y descomunales cardúmenes de Sardinas, Anchoas, Atunes, Bacalaos, Salmones y ciento de especies mas, incluyendo a sus depredadores, hacen que sea difícil recordar los desiertos en que el hombre ha convertido hoy a los mares.

En Europa los extensos rebaños de Úros, de Jabalíes, de Corzos, Renos, de Alces Gigantes, de Bisontes, de Rinocerontes lanudos, de Mamuts y muchas otras especies, vagan por entre sus bosques y llanuras, acechados por Lobos, Tigres siberianos y por Leones y Osos de las cavernas al norte y por Tigres caspianos y manadas de Leones del Atlas al sur.

El norte de África es un vergel que en nada se asemeja a las desérticas imágenes que hoy nos resultan comunes. La gran megafauna Africana (Elefantes, Jirafas, Ñues, Leones, Hipopótamos, Rinocerontes, etc…) hoy confinadas a pequeños espacios del África Oriental, llena con su presencia cada espacio disponible desde el Delta del Nilo en el Oriente, hasta las riberas del Atlántico en Occidente. El desierto del Sahara tiene una décima parte del tamaño que posee hoy, y cada año que pasa tiende a reducirse frente al avance inexorable de lo verde.

Las llanuras del creciente fértil, en el actual Irak, no son el desierto radioactivo en que los bárbaros y criminales invasores lo han convertido hoy; son pantanos y marismas de una gran belleza y amplio despliegue de vida, por algo las cosmogonías Judeocristianas y Musulmanas ubicaron allí el jardín del Edén .

La India y las islas del Asia suroriental son monumentos a la biodiversidad y a la hermosura; aun hoy, luego de milenios de devastación humana, la singularidad de sus parajes impacta y sobrecoge.

Los territorios de lo que hoy es China exhiben paisaje magnificentes, con grandes manadas de Elefantes y Rinocerontes, con decenas de miles de Tigres, Pandas y Osos, con sus Baiji (Delfines) saltando entre las aguas del Yang Tse.

La vida estalla en grandeza y biodiversidad por dondequiera que me lleva mi imaginario viaje. Me sorprendo al mirar cara a cara aves gigantes: Moas en Nueva Zelanda, Aves Elefantes en Madagascar, Alcas gigantes en la costa canadiense y Dodos en Mauricio.

En Australia la diversidad y complejidad de los marsupiales es asombrosa: incontables Canguros Gigantes, Diprodontes, Tilacinos (Lobos de Tasmania) y Leones Marsupiales.

El clima de la tierra sin haber sufrido milenios de deforestación e incendios provocados por el hombre y sin gases producto de la combustión de hidrocarburos es más frío que el actual.

Lo que a mis ojos y a mi espíritu se muestra es el verdadero Jardín del Edén, y según creo, nosotros los seres humanos no fuimos los destinatarios de este paraíso, por el contrario, estoy totalmente convencido de que en realidad los humanos fuimos y somos la serpiente que trajo la muerte y el pecado a este Edén llamado tierra. Ojala que aun haya tiempo para que la evolución del espíritu humano nos conduzca en un cercano futuro a asumir la culpa de nuestros actos como especie y comencemos la búsqueda que nos regresen al paraíso perdido.

Joel Sangronis Padrón

La fase capitalista de la devastación

Quizás deberíamos destacar al año 2007 como el año en que definitivamente se instaló en el debate público el tema del cambio climático. Y que sea así, sin duda, es algo bueno. Ahora, tampoco podemos engañarnos, posiblemente esto se haya debido a causas fortuitas más que a cualquiera otra razón, aún a sabiendas que hace mucho tiempo que venimos padeciendo sus catastróficas consecuencias .

Cambio climático: el convidado de piedra. Por lo pronto, si la discusión sobre este tema ha quedado planteada, tal cosa no ha ocurrido por la voluntad manifiesta de algunos líderes "esclarecidos", de esos que abundan en las direcciones de los países del mundo desarrollado, a los que muy poco les ha importado este tema. El caso más notorio es el del principal país contaminante, Estados Unidos. Los sucesivos gobiernos norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, se han negado una y otra vez a suscribir el Protocolo de Kyoto, que a esta altura ha quedado convertido en un mero acercamiento al problema, ya que dicha iniciativa ha sido ampliamente superado por los propios problemas que trata de controlar.

Tampoco ha sido por voluntad de los grandes medios de comunicación que esta cuestión ha tomado vida propia. Más bien, el cambio climático se ha colado de improviso en sus agendas, y ante el hecho consumado, las grandes cadenas han sabido aprovecharse de él y lo han comenzado a vender como "contenido catástrofe", que obviamente factura de maravillas. Pedirle a estos grandes medios que creen conciencia sobre este particular, más allá de un mero "recicle el plástico" o "separe la basura orgánica de la inorgánica", sería contravenir la misma razón de ser de estos multimedios globales, que son totalmente funcionales al sistema, de modo que por nada del mundo lo vulnerarían, y mucho menos por un asunto tan grave como este.

No estaría bien pasar por alto, en estas consideraciones, la oportunista película de Al Gore, quien, como todos sabemos, ha sido un mediocre político norteamericano, que luego de su fracaso por llegar a la Presidencia de su país, ha querido probar suerte con el cine. Y parece que con esto le ha ido bastante mejor que con la política.

No podemos dejar de reconocerlo, esta película ha concitado la atención de muchos sobre los peligros que encierra el cambio climático. Pero la misma, y en forma manifiesta, deja totalmente de lado las consideraciones sobre las verdaderas causas del problema. Además, su exhibición ha puesto en evidencia el doble discurso de este señor: ¿cuánto hizo Al Gore mientras fue el vicepresidente de la potencia que más contamina y destruye al Mundo para no llegar a este estado de cosas? ¿En qué ayudó para que la Humanidad no padeciera las catástrofes que le ha tocado vivir desde entonces, que en muy buena parte son producto directo de la acción irresponsable de su Nación? Nada. Sencillamente nada. Ahora es muy fácil "vociferar" (eso sí, sin ofender a ninguno de los intereses para los que gobernó) a través del cine .

Llamándole a las cosas por su nombre . Pues bien, mientras todo esto ocurre, la causa primordial que hace a este gran problema que enfrenta la Humanidad hoy y que pone en serio peligro su futuro, sigue siendo soslayado, sigue siendo dejado de lado. Los gobiernos de los países centrales, los grandes medios, y hasta una película, no hacen más que detenerse en los síntomas de la enfermedad y recetan medidas paliativas para que todo siga como está.

Por su parte, los movimientos ecologistas no se cansan de hablar de reglamentaciones ambientales, de formas de producción amigables con la naturaleza, y muchas otras cosas por el estilo que ciertamente son necesarias pero de ningún modo son suficientes.

No podemos seguir haciéndole el juego a los intereses dominantes sumándonos a los cambios de fachada mientras se nos cae a pedazos el resto de la casa. Ya es hora de que comencemos a llamar a las cosas por su nombre. El cambio climático es consecuencia directa y total del modo de organización económica, social y política que rige al Mundo: el capitalismo todopoderoso que ya no le basta con expoliar al Hombre, su voracidad también le impone la depredación de la Tierra. Claro está, hasta que nada quede .

La fase capitalista de la devastación, Naturalmente que quienes rigen al Mundo y aquellos que los sirven difundiendo el mensaje del pensamiento único que los sustenta, no dejan ni un solo día de jactarse del grado de desarrollo que ha logrado la Humanidad hasta el presente gracias a la imposición del sistema capitalista "Urbi et Orbi".

Sin embargo, para nada se jactan de que sea este modelo, y no otro, el que condena a casi 1500 millones de hombres y mujeres (un cuarto de la población mundial) a que vivan en la más absoluta indigencia y con una esperanza de vida que no supera los 29 años. Y a 1500 millones más los relega a que padezcan la pobreza extrema, y no con muchas más esperanzas que la de los anteriores, ni de vida, ni de ninguna otra especie. Tampoco se jactan de que sea este sistema, y no otro, el que destina millones de veces más recursos para la guerra que aquellos que serían necesarios para acabar con el hambre y las enfermedades curables que arrasan a miles de millones de pobres de nuestros días.

Pero lo mejor de todo es que detestan que a este modelo se lo califique con un adjetivo que sintetiza y define al milímetro la esencia primera y última del mismo, porque cuando hablamos de capitalismo, en cualquier lengua y en cualquier lugar del Mundo, hablamos de capitalismo salvaje. Es así de sencillo. La naturaleza misma del sistema lo vuelve ávido e insaciable, como la peor de las bestias animales tras su presa.

Ahora, lo que no hemos destacado lo suficiente, sobre todo en estos últimos años, es que el capitalismo, sin oposición ni frenos, ha ido mucho más allá, ha alcanzado un nivel superior en su evolución: a esta altura vivimos en lo que nos atreveríamos a llamar como la fase capitalista de la devastación. Sí, el capitalismo rampante de las últimas décadas ha alcanzando un estadio superior en su desarrollo, hoy ya no alcanza con explotar al Hombre, también es necesario esquilmar a la Tierra. Ese afán de lucro descomunal, de competencia feroz y de consumo desmedido que impone el sistema, que jamás se detuvo ni siquiera ante la vida humana arrasada, es el mismo que en su lógica voraz va dejando agotados, uno a uno, a todos los recursos naturales hasta que el Mundo, en sus cuatro puntos cardinales, se vuelva un páramo carente de toda forma de vida .




La nueva forma del neocolonialismo: las transnacionales . Debemos reconocerlo: el sistema capitalista se ha vuelto mucho más eficiente en estos últimos tiempos. En un principio, el modelo se aseguraba el dominio de los recursos naturales vitales mediante la conquista colonial, o los regímenes títeres que, por ejemplo, tanto padecimos en América Latina. Pero los reclamos de independencia política de los pueblos sometidos hicieron inviable estos métodos y el capitalismo cambió la estrategia: puso todo su peso en la imposición a nivel global del sistema neoliberal hasta extremos inconcebibles (muchas veces, incluso, a sangre y fuego dictaduras mediante) que luego del derrumbe del "socialismo real" tuvo todo el terreno libre a sus anchas.

A partir de allí el papel primordial en este juego lo pasaron a tener las grandes transnacionales (obviamente con todo el respaldo de los poderes centrales detrás suyo), que ante el creciente consumo y la también creciente escasez de los recursos básicos deben acceder directamente, globalización mediante, a los lugares donde éstos todavía abundan en los países del Tercer Mundo.

Y nosotros desde aquí, aún con gobiernos supuestamente "progresistas" o de "izquierda" seguimos abriendo las puertas y recibiendo con alfombras rojas a toda estas empresas multinacionales a través de la ahora "bendita" inversión extranjera que, sin ningún prurito, viene a quedarse con nuestras riquezas hasta dejarlas exhaustas. Pero peor aún, nuestros gobiernos le brindan todo tipo de beneficios extras que ninguna de las propias empresas nacionales jamás han tenido.

Claro está, nuestros gobernantes se excusan que sólo con la inversión extranjera es posible el desarrollo. De este modo desconocen más de dos siglos de experiencias por el estilo, que lo único que han traído a nuestros pueblos es más pobreza, más atraso y más postergaciones. Ni siquiera para las potencias económicas emergentes (China, India, Brasil) es viable un modelo de desarrollo capitalista. Hace muchos años que estas economías vienen creciendo a tasas muy altas, es verdad, pero el tan ansiado desarrollo que debe abarcar a todo el pueblo y mejorar definitivamente su forma de vida (eso es lo mínimo a lo que deberíamos aspirar en tal caso), nunca llega, ni llegará bajo este modelo. Olvidamos las enseñanzas históricas y volvemos a cometer los mismos errores .

Las cosas por las que vale la pena vivir no cotizan en ningún mercado . Obviamente la otra cara de esta moneda es el consumo desmedido que el propio sistema alienta y propicia. En este estado de cosas la población más rica del planeta despilfarra sin freno los recursos no renovables y el fin último de la propia vida pareciera que se reduce a colmar las ansias individuales con alguna cosa que tenga valor comercial.

Entonces, corresponde que nos preguntemos: ¿cuándo se va a limitar el incontrolable consumismo del Primer Mundo? Consumismo que absurdamente dilapida los cada vez más escasos recursos energéticos, a la vez que vierte a la atmósfera la inmensa mayoría de los gases de efecto invernadero. Un sólo ejemplo. Cada año que pasa se fabrican vehículos más potentes que consumen mayor cantidad de combustible por kilómetro recorrido. Esos automóviles suelen recorrer enormes distancias a diario para transportar tan sólo a su conductor. ¿Qué se hace por evitar este insensato derroche? Absolutamente nada. Es que si algo hicieran estarían atentando contra la sacrosanta libertad de mercado, violarían la sagrada satisfacción individual del consumidor (que encontró la felicidad al conducir su mini camión en formato camioneta), y vulnerarían al inmaculado espíritu de empresa de las grandes transnacionales del automóvil y del petróleo que deben seguir facturando y aumentando sus ganancias a como dé lugar.

Lamentablemente, si seguimos siendo parte de este tipo de engranajes de consumo, aún sin quererlo y desde la oposición más férrea al sistema, mal que nos pese lo estamos convalidando, estamos siendo el vehículo de su lucro desmedido, estamos empujando por un Mundo que no es el nuestro, por un Mundo que no es el queremos para nuestros hijos.

Algún día podremos cambiar nuestra mentalidad y reformular nuestros valores. Será el día que definitivamente entendamos que los cosas por las que vale la pena vivir, son aquellas que no cotizan en bolsa ni se venden en ningún mercado. Sin demoras deberíamos empezar a predicar con el ejemplo.

No queda más, entonces, que asumir nuestras responsabilidades. Debemos ser conscientes, y más que nada, debemos crear conciencia: el reloj del Mundo se echó a andar y ya comenzó con la cuenta regresiva. Todo se lo debemos al capitalismo que nació nutriéndose de la sangre de los esclavos, de la sangre de los oprimidos, y de la sangre de los trabajadores, pero que ahora, más voraz e insaciable que nunca, además, necesita de la sangre de la Tierra, y nada va a pararlo hasta dejarla seca. No podemos permitir que este sea el destino de nuestro Mundo. Sólo el socialismo y el Hombre Nuevo, podrán salvar al futuro de la Humanidad y también, al de su generoso suelo. Nuestros hijos y nietos se merecen un lugar más justo dónde vivir. En este Mundo, claro está, no en otro .

Batalla entre alimentos y combustibles, un problema actual

La producción de etanol a partir del maíz se está haciendo mundialmente intensiva. Ejemplo de ello es que en Estados Unidos se emplean alrededor de 3,3 millones de hectáreas de tierras --con un requerimiento masivo de energía para fertilizar, desmalezar y cosechar ese grano--, para producir 10,6 billones de litros de etanol que, a su vez, tan solo proveen el dos por ciento anual de la gasolina utilizada por los automóviles que recorren ese extenso país. Datos recientes de los 50 Estados de la Unión consideran que la producción de etanol carece de beneficio energético neto y requiere más energía fósil producirla comparado con lo verdaderamente producido. En resumen, y debido a la relativa baja densidad energética del etanol, aproximadamente tres galones de este producto son necesarios para reemplazar dos de gasolina.

No obstante, la producción norteamericana de etanol beneficia anualmente a los gigantes del agronegocio. Según estadísticas, en 1980 se introdujo un impuesto a este producto, pero hizo una excepción de 54 centavos por galón para aquellos utilizados en alconafta (nafta con un 10 por ciento de etanol), lo que trajo consigo un subsidio de 10 billones de dólares para la transnacional Archer Daniels Midland. En 2003 más del 50 por ciento de las refinerías norteamericanas de etanol pertenecían a grupos de agricultores y, en 2006, el 80 por ciento de ellas estaban en manos de sociedades anónimas, con unos 556 millones de dólares en ganancias proyectadas, beneficiando a los productores más grandes. Para el cierre del presente año, se espera que la cifra alcance los 1.3 billones de dólares. Así las cosas no hay que olvidar que la administración de George W. Bush se propone reducir el consumo de gasolina en un 20 por ciento en una década, para lo cual requerirá de unos 35 mil millones de galones anuales de combustibles alternativos para el 2017, además (¡y por supuesto!) de la contribución de proveedores extranjeros de biocombustibles, particularmente de etanol, el más utilizado. Actualmente, el área de tierra agrícola en la Unión es de unos 625 mil acres cuadrados, por lo cual alcanzar la demanda de aceite para biocombustibles requeriría unas 1,4 millones de millas cuadradas de maíz para etanol y unos 8,8 millones de kilómetros cuadrados de soja para biodiesel.

En suma, en la batalla entre alimentos y combustibles, los pobres y quienes sufren hambre en los países en desarrollo, quedarán a merced del Imperio para la definición de los precios de los alimentos, en su mayoría de primera necesidad para grandes grupos poblacionales. Prueba de ello es el incremento en el precio del maíz que, proporcionalmente, condujo a un reciente aumento (de un 400 por ciento) en el precio de la tortilla en México, país miembro del Tratado de Libre Comercio y, como es evidente, sujeto a los dictámenes comerciales de Washington y todo lo que ellos deriven.

Decidir si inyectar comida en los tanques de combustible de 800 millones de automóviles estadounidenses, o hacerla más accesible a los estómagos de, prácticamente, más de tres mil millones de seres humanos del orbe resulta un problema insoslayable que muchos gobiernos deben analizar con seriedad y raciocinio.

Una agricultura amamantada por el sol

Mientras muchos expertos, con Al Gore al frente, nos proponen engañosas soluciones tecnológicas contra el cambio climático –que lo único que pretenden es asegurar y consolidar un modelo de sociedad y de consumo capitalista e injusto–, el mundo rural, en un ejercicio de responsabilidad y sabiduría, nos ofrece propuestas fácilmente aplicables (sólo se requiere voluntad política), efectivas a la vez que transformadoras.

Vía Campesina, el movimiento que reúne a millones de campesinos y productores de todo el mundo, declara "que es tiempo de cambiar de forma radical nuestra forma de producir, transformar, comerciar y consumir alimentos y productos agrícolas". Porque todos los análisis explican que las actuales formas de producción y comercialización de alimentos, además de llevar a millones de familias campesinas a la ruina, son una causa muy significativa (38 por ciento, según el Informe Stern) del calentamiento del planeta.

En un mundo donde los alimentos son considerados una mercancía tenemos diseñados sistemas productivos industriales muy dependientes del petróleo, con un alto gasto energético que empieza en el uso de fertilizantes (se calcula que en fertilizantes se alcanza 2 por ciento del consumo mundial de energía), entre otros productos químicos, y concluye con absurdos desplazamientos de alimentos de una parte a otra del mundo. El documento de análisis elaborado por Vía Campesina pone un ejemplo escalofriante.

Un kilo de espárragos producido en México necesita cinco litros de petróleo para viajar vía aérea hasta Suiza. Sin embargo, un kilo de espárragos producido en Ginebra sólo requiere 0.3 litros de petróleo para llegar al consumidor. Los espárragos y el resto de vegetales comestibles consiguen transformar la energía que los alimenta: energía solar en energía comestible para el resto de la cadena alimentaria. Por lo tanto, podemos escoger entre espárragos contaminantes con sabor a petróleo o espárragos locales amamantados por el Sol.

Las políticas neoliberales no tienen ninguna alternativa sólida a estos modelos productivos, sin importarles sus consecuencias sociales y ecológicas de punto final. En cambio, Vía Campesina nos ofrece un cambio radical basado en la soberanía alimentaria de los pueblos, en una agricultura sostenible a pequeña escala, con muchas manos dedicadas a ella y de poco consumo de energía, que contribuirá a enfriar la Tierra y a transformar la sociedad.

Este nuevo paradigma alimentario es claramente una propuesta factible, de la que todas y todos nos beneficiaremos, a escala global e individual, al poder alimentarnos de productos sanos y sabrosos. Pero para ello, decía, hace falta voluntad política y, en concreto, como explica el documento al que me vengo refiriendo, hoy debemos exigir "el desmantelamiento completo de las compañías de agrocombustibles, que están despojando a los pequeños productores de sus tierras, creando desastres medioambientales; el remplazo de la agricultura industrializada por la agricultura sostenible a pequeña escala, apoyada por verdaderos programas de reforma agraria; la promoción de políticas energéticas sensatas y sostenibles que parten de un menor consumo de energía y la producción de energía solar y biogás por los campesinos del lugar y, por último, la abolición total de los subsidios que llevan al dumping (competencia desleal) de comida barata en los mercados de exportación."

"Actúa ahora contra el cambio climático"

La Asociación Globalízate, integrante de la Campaña Global contra el Cambio Climático, se suma al día global de protesta contra el cambio climático organizando una manifestación en Madrid el día 8 de diciembre de 2007, a las 12 horas en la Puerta del Sol. Ese mismo día los líderes mundiales estarán reunidos con motivo de las conversaciones de las Naciones Unidas para tratar de conseguir un acuerdo de reducción de emisiones tras la finalización del protocolo de Kyoto en 2012 que se celebrarán en Bali, entre el 3 y el 14 de Diciembre.

Ese día se van a celebrar manifestaciones en decenas de ciudades en más de 50 países (Reino Unido, Alemania, EEUU, Canadá, Australia, Bolivia, Japón, etc.)

Globalízate fue una de las muchas asociaciones que organizaron la exitosa manifestación en Madrid en el Día de la Tierra, así como el Apagón del pasado día 15 de noviembre y la jornada contra el cambio climático que se celebró el día 17 de noviembre en la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense.

El día 8 de diciembre nos sumamos a la jornada global de manifestaciones porque creemos que no se están tomando las medidas necesarias para evitar que el cambio climático ponga en peligro la vida en el planeta.

Pensamos que sólo, si somos capaces de crear un movimiento global de gran envergadura, conseguiremos que los dirigentes mundiales se decidan a implementar las medidas necesarias para evitar una catástrofe de proporciones inimaginables.

En las Conversaciones de las Naciones Unidas en Bali se discutirá el tratado que reemplazará al de Kyoto, de ahí la importancia que tendrán sus acuerdos. Por eso saldremos a las calles en todos los rincones del mundo para pedir a nuestros dirigentes que tomen medidas ya, dejarlo para mañana será demasiado tarde.



Contactos
Presidente : Mario Cuellar.
Relación con Prensa: Félix Nieto.
Teléfonos de contacto: 626 87 94 13 - 649 92 51 86

Los transgénicos se defienden a balazos

En marzo de 2006, un grupo de campesinos de la Vía Campesina y el Movimiento sin Tierra en Brasil ocuparon unos campos experimentales de transgénicos que la empresa semillera Syngenta (constituida a partir de Novartis y Zeneca) tenía en Santa Teresa do Oeste. Los movimientos campesinos querían advertir de la ilegalidad de estos campos por su peligro de contaminación hacia el Parque Nacional de Iguazú, del que estaba demasiado cerca, y para las variedades de maíz criollo de los campesinos próximos.

La propuesta de Vía Campesina fue transformar el campo contaminante de Syngenta en un centro de investigación y producción de semillas agroecológicas, con variedades campesinas, accesibles a todos y sin patentes.

Mientras la ocupación está aún en los tribunales, los campesinos ocupantes se habían trasladado a unos asentamientos cercanos. Pero Syngenta ha mantenido amenazas a los mismos hasta que el pasado 21 de octubre una milicia armada, contratada por la trasnacional de transgénicos, invadió sus asentamientos, matando de dos tiros a Valmir Mota de Oliveira, militante del Movimiento Sin Tierra, de 34 años, padre de tres hijos. Además, hirió gravemente a otras personas del mismo movimiento.

Si Syngenta defiende así sus intereses económicos propongo a los campesinos y campesinas españoles defender un modelo de agricultura ecológica y social boicoteando los productos Syngenta que se distribuyen por toda España. La lucha por la soberanía alimentaria de los pueblos avanza, pero con víctimas en su andadura.

Los pequeños productores están enfriando el planeta

Las actuales formas globales de producción, consumo y mercado han causado una destrucción masiva del medio ambiente incluyendo el calentamiento global que está poniendo en riesgo los ecosistemas de nuestro planeta y llevando a las comunidades humanas hacia desastres. El calentamiento global muestra el fracaso del modelo de desarrollo basado en el consumo de energía fósil, la sobreproducción y el libre comercio.

Los campesinos y campesinas de todo el mundo unen sus manos con otros movimientos sociales, organizaciones, personas y comunidades para pedir y desarrollar radicales transformaciones sociales, económicas y políticas para invertir la tendencia actual.

Los campesinos, especialmente los pequeños productores, son los primeros en sufrir los cambios climáticos. Los cambios en las estaciones traen consigo sequías inusuales, inundaciones y tormentas, destruyendo tierras de cultivo y las casas de campesinos. Más aún, las especies animales y vegetales están desapareciendo a un ritmo sin precedentes. Los campesinos tienen que acomodarse a nuevos patrones de clima, adaptando sus semillas y sus sistemas de producción habituales a una situación impredecible. Más aún, las sequías e inundaciones están llevando a fracasos en las cosechas aumentando el número de personas hambrientas en el mundo. Hay estudios que predicen un descenso de la producción agrícola global de entre un 3 y un 16% para el año 2080. En las regiones tropicales, el calentamiento global es muy probable que lleve a un grave declive de la agricultura (más del 50% en Senegal y del 40% en India), y a la aceleración de la desertificación de tierras de cultivo. Por otro lado, enormes áreas en Rusia y Canadá se volverán cultivables por vez primera en la historia humana, pero todavía se desconoce cómo estas regiones se podrán cultivar.

La producción y el consumo industrial de alimentos están contribuyendo de forma significativa al calentamiento global y a la destrucción de comunidades rurales. El transporte intercontinental de alimentos, el monocultivo intensivo, la destrucción de tierras y bosques y el uso de insumos químicos en la agricultura están transformando la agricultura en un consumidor de energía, y están contribuyendo al cambio climático. Bajo las políticas neoliberales impuestas por la Organización Mundial del Comercio, los Acuerdos de Libre Comercio bilaterales, así como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la comida se produce con pesticidas derivados del petróleo y fertilizantes, y transportadas por todo el mundo para su transformación y consumo.

La Vía Campesina, un movimiento que reúne a millones de campesinos y productores de todo el mundo, se declara que es tiempo de cambiar de forma radical nuestra forma de producir, transformar, comerciar y consumir alimentos y productos agrícolas. Creemos que la agricultura sostenible a pequeña escala y el consumo local de alimentos va a invertir la devastación actual y sustentar a millones de familias campesinas. La agricultura también puede contribuir a enfriar la tierra usando prácticas agrícolas que reduzcan las emisiones de CO² y el uso de energía por los campesinos.

Por otra parte, los campesinos también pueden contribuir a la producción de energía renovable, especialmente mediante la energía solar y el biogás.

La agricultura globalizada y la agricultura industrializada crean calentamiento global

1/ Por transportar alimentos por todo el mudo

Se transportan alimentos frescos y empaquetados por todo el mundo y no es raro ahora encontrar en Estados Unidos o en Europa frutas, verduras, carne o vino de África, Sudamérica u Oceanía; también encontramos arroz asiático en América o en África.

Los combustibles fósiles usados para transporte de alimentos están liberando toneladas de CO2 a la atmósfera. La organización de campesinos suizos UNITERRE calculó que un kilo de espárragos importado desde México necesita 5 litros de petróleo para viajar por vía aérea (11´800 Km.) hasta Suiza. Sin embargo un kilo de espárragos producido en Ginebra solo necesita 0,3 litros de petróleo para llegar hasta el consumidor .

2/ Por la imposición de medios industriales de producción (mecanización, intensificación, uso de agroquímicos, monocultivo...)

La llamada agricultura moderna, especialmente el monocultivo industrial, está destruyendo los procesos naturales del suelo (lo que lleva a la presencia de CO2 en la materia orgánica) y lo reemplaza por procesos químicos basados en fertilizantes y pesticidas. Debido sobre todo al uso de fertilizantes químicos, a la agricultura y ganadería intensiva y a los monocultivos, se produce una importante cantidad de óxido nitroso (NO2), el tercer gas de efecto invernadero con mayor efecto sobre el calentamiento global. En Europa, el 40% de la energía consumida en las explotaciones agrarias se debe a la producción de fertilizantes nitrogenados.

Por otra parte, la producción agraria industrial consume mucha más energía (y libera mucho más CO2) para mover sus gigantes tractores para labrar la tierra y procesar la comida.

3/ Por destruir la biodiversidad (y sumideros de carbono)

Este ciclo del carbono ha sido parte de la estabilidad del clima durante millones de años. Las empresas de agronegocios han destrozado este equilibrio con la imposición generalizada de la agricultura química (con uso masivo de pesticidas y fertilizantes procedentes del petróleo), con la quema de bosques para plantaciones de monocultivos y destruyendo las tierras pantanosas y la biodiversidad.

4/ Convirtiendo la tierra y los boques en áreas no agrícolas

Bosques, pastizales y tierras cultivables están siendo convertidos rápidamente en áreas de producción agrícola industrial, en centros comerciales, en complejos industriales, grandes casas, en grandes proyectos de infraestructuras o en complejos turísticos. Estos cambios causan liberaciones masivas de carbono y reducen la capacidad del medio ambiente de absorber el carbono liberado a la atmósfera.

5/ Transformando la agricultura de una productora a una consumidora de energía

En términos energéticos, el primer papel de las plantas y de la agricultura es transformar la energía solar en la energía contenida en los azúcares y celulosas que pueden ser directamente absorbidas en la comida o transformadas por los animales en productos de origen animal. Este es un proceso natural que aporta energía en la cadena alimentaria. No obstante, la industrialización del proceso agrícola en los últimos doscientos años nos ha llevado a una agricultura que consume energía (usando tractores, agroquímicos derivados del petróleo, fertilizantes...).

Falsas soluciones

Agrocombustibles (combustibles producidos a partir de plantas y árboles) se han presentado muchas veces como una solución a la actual crisis energética. Según el protocolo de Kyoto, el 20% del consumo global de energía debería provenir de recursos renovables para 2020, y esto incluye a los agrocombustibles. Sin embargo, dejando aparte la locura de producir comida para alimentar autos mientras muchos seres humanos están muriendo de hambre, la producción industrial de agrocombustibles va a aumentar el calentamiento global en vez de reducirlo. A cambio de una reducción pequeña y no probada (a excepción de la caña de azúcar) de algunos gases de efecto invernadero comparando con los combustibles fósiles, la producción de agrocombustibles va a aumentar las plantaciones intensivas de monocultivo de palma, soja, maíz, o caña de azúcar; va a contribuir a la deforestación y a la destrucción de la biodiversidad. La producción intensiva de agrocombustibles no es una solución al calentamiento global, ni va a resolver la crisis global en el sector agrícola

El comercio de carbono

En el protocolo de Kyoto y otros planes internacionales, el "comercio de carbono" se ha presentado como una solución para el calentamiento global. Es una privatización del carbono posterior a la privatización de la tierra, del aire, las semillas, el agua y otros recursos. Permite a los gobiernos asignar permisos a enormes contaminadores industriales de tal forma que puedan comprar el "derecho a contaminar" entre ellos mismos. Algunos otros programas fomentan que los países industrializados financien vertederos baratos de carbono tales como plantaciones a gran escala en el Sur, como una forma de evitar la reducción de sus propias emisiones. Están siendo creadas de esta manera grandes plantaciones o áreas naturales de conservación en Asia , África, y América Latina, expulsando a comunidades de sus tierras y reduciendo su derecho de acceso a sus propios bosques, campos y ríos.

Cultivos y árboles transgénicos

Se están ahora desarrollando árboles y cultivos transgénicos para agrocombustibles. Los organismos genéticamente modificados no resolverán ninguna crisis medioambiental sino que por si mismos ponen en riesgo el medio ambiente, así como la salud y la seguridad.

Estos árboles y cultivos transgénicos son parte de la "segunda generación" de agrocombustibles basados en la celulosa, mientras que la primera generación se basaba en distintas formas de azúcar de las plantas. Aun en los casos en los que no se usan variedades transgénicas esta "segunda generación" plantea los mismos problemas que la anterior.

La Soberanía Alimentaría proporciona medios de subsistencia a millones de personas y protege la vida en la tierra

La Vía Campesina cree que las soluciones a la actual crisis tienen que surgir de actores sociales organizados que están desarrollando modelos de producción, comercio y consumo basados en justicia, solidaridad y la comunidades saludables. Ninguna solución tecnológica va a resolver el desastre medioambiental y social. Solo un cambio radical en la forma en que producimos, comerciamos y consumimos puede dar tierras para comunidades rurales y urbanas saludables. La agricultura sostenible a pequeña escala, un trabajo intensivo y de poco consumo de energía, puede contribuir a enfriar la tierra:

• Asumiendo más CO2 en el suelo de manera orgánica a través de la producción sostenible (la producción extensiva de vacas y ovejas en pastizales tiene un positivo balance de gas invernadero).

• Reemplazando los fertilizantes nitrogenados por agricultura ecológica y/o cultivando proteaginosas que capturan nitrógeno directamente del aire.

• Produciendo biogás de residuos animales y vegetales, con la condición de mantener suficiente materia orgánica en el suelo.

• Produciendo energía solar en todos los tejados agrícolas (con apoyo a la inversión para los pequeños campesinos)...

En todo el mudo practicamos y defendemos la agricultura familiar sostenible y a pequeña escala y exigimos soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria es el derecho de las personas a los alimentos saludables y culturalmente apropiados producidos a través de métodos sostenibles y saludables, y su derecho a definir sus propios alimentos y sistemas de agricultura. Colocamos en el fundamento de los sistemas y de las políticas alimentarias las aspiraciones y necesidades de aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos, en lugar de las demandas de los mercados y de las multinacionales. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías y mercados locales y nacionales, dando el poder a campesinos y pequeños agricultores, a los pescadores tradicionales, a los pastores y a la producción, distribución y consumo de alimentos basada en la sostenibilidad ambiental, social y económica.

Exigimos urgentemente a los encargados de tomar decisiones locales, nacionales e internacionales

1/ El desmantelamiento completo de las compañías de agrocombustibles. Están despojando a los pequeños productores de sus tierras, produciendo comida basura y creando desastres medioambientales

2/ El reemplazo de la agricultura industrializada por la agricultura sostenible a pequeña escala apoyada por verdaderos programas de reforma agraria

3/ La promoción de políticas energéticas sensatas y sostenibles. Esto incluye el consumo de menos energía y la producción de energía solar y biogás por los campesinos en lugar de la promoción a gran escala de la producción de agrocombustibles, como es el caso actualmente.

4/ La implementación de políticas de agricultura y comercio a nivel local, nacional e internacional, dando apoyo a la agricultura sostenible y al consumo de alimentos locales. Esto incluye la abolición total de los subsidios que llevan al dumping (competencia desleal) de comida barata en los mercados de exportación y el dumping de comida barata en mercados nacionales.

Por los medios de subsistencia de millones de pequeños productores en todo el mundo,

Por la salud de las personas y por la supervivencia del planeta:

Exigimos soberanía alimentaría y nos comprometemos a luchar de forma colectiva para lograrla

Rajoy, Bush, Gore y el cambio climático


A decir verdad, y a medida que el tiempo ha ido pasando, las posiciones negacionistas en relación con el cambio climático han ido perdiendo fuelle entre nosotros. La certificación de que el grueso de la comunidad científica da por demostrado que la especie humana está dañando gravemente el medio se ha abierto camino y ha colocado en posición delicada a las cada vez más escasas voces disidentes, a menudo sospechosas, por añadidura, de connivencia con oscuros intereses empresariales. Por todo ello sorprende tanto más la lamentable salida de tono que, para presunta desesperación de sus asesores, asumió días atrás el máximo responsable del Partido Popular, Mariano Rajoy.

No está de más recordar que, en lo que hace a los últimos años, el negacionismo en relación con el cambio climático sólo parecía brotar en nuestra cercanía en labios de liberales extremos. Detrás de algunas de esas tomas de posición era legítimo adivinar, eso sí, una incipiente conciencia en lo que atañe a algo importante: la manifiesta ineptitud del mercado a la hora de afrontar problemas como el que tenemos entre manos. Pareciera como si, sabedores de la precariedad de las soluciones que el mercado ofrece al respecto, esta suerte de ultraliberales se hubiese inclinado, sin más, por negar la mayor y afirmar que lo del cambio climático es la enésima superstición alimentada por los nostálgicos de la hiperregulación.

Claro es que, y para decirlo todo, la conciencia, cada vez más clara, en lo que respecta a lo delicado de la situación general contrasta poderosamente con la inanidad de las respuestas que tirios y troyanos han tenido a bien hilvanar al respecto. Y es que las políticas materialmente abrazadas por los sucesivos gobiernos en Madrid, populares como socialistas, han dejado mucho que desear. Si bien está que critiquemos a Rajoy por sus frívolas declaraciones, cada vez se antoja más urgente denunciar el liviano compromiso que el gobierno socialista ha mostrado en relación con la aplicación honrada de un protocolo, el de Kioto, que es poco más, por cierto, que un mero e inicial parche para encarar problemas muy graves. Si, por un lado, España está muy lejos de satisfacer los requisitos acordados, no precisamente ambiciosos, por el otro arrecia la presión empresarial para revisar a la baja los criterios estatuidos y no falta quien coquetea, en fin, con el horizonte de adquirir cuotas de contaminación en manos de países más pobres.

La estulticia de las palabras de Rajoy y la retórica florida no acompañada de hechos que muestra el gobierno socialista se despliegan --no se olvide-- en un escenario en el que la principal voz negacionista durante años, la del mismísimo presidente norteamericano, George Bush, parece haber plegado velas. No nos engañemos mucho, sin embargo, al respecto. Aunque es cierto que Bush ha tomado nota de la opinión abrumadoramente dominante en los círculos científicos, y ha acabado por reconocer que estamos dañando el medio, lo cierto es que el sentido general de su apuesta parece situarse en el magma mental que retrataba el anuncio de un simposio que apareció la primavera pasada en un diario de Madrid: "Oportunidades que ofrece el cambio climático". Digámoslo de otra manera: lo que Bush, en una finta insospechada, parece acariciar es la conveniencia de escarbar en las posibilidades que el cambio climático allega para procurar nuevos negocios, antes en la perspectiva de alentar estos últimos que en la de frenar aquél. Así las cosas, y en virtud de un formidable y transgresor movimiento, el presidente estadounidense se dispone a atribuir a la iniciativa privada, no la responsabilidad principal de lo que ocurre, sino, muy al contrario, la posibilidad objetiva de que deje de ocurrir.

Agreguemos, en fin, que el propio, y en estas horas idolatrado, Al Gore deja, en sus declaraciones públicas y en sus escritos, algún margen para la duda. Olvidaré ahora que no parece que cuando nuestro hombre fue vicepresidente de Estados Unidos, con Clinton en la cabeza del país, muchas de las políticas arbitradas difiriesen en demasía de las que al cabo abrazó el Bush negacionista. Aunque An Inconveniente Truth, el libro escrito por Gore tiempo atrás, es en la mayoría de sus trechos una estimulante crítica de los efectos de nuestras agresiones contra el medio natural, no faltan en modo alguno en sus páginas los coqueteos, de nuevo, con la iniciativa privada y sus virtudes. Bien es verdad, para reconocerlo todo, que cuando, en el capítulo final de su texto, Gore pone manos a la tarea de reseñar lo que podemos hacer para plantar cara al cambio climático, al cabo no le queda más remedio que reivindicar una reducción en nuestros niveles de consumo, algo que con certeza casa poco con las querencias que avalan los enamorados del mercado y de la iniciativa privada. Eso sí, a tono con los tiempos, el laureado político estadounidense prefiere decirlo con la boca pequeña.

Nueva cultura del Agua

El agua ha sido considerada comúnmente como un recurso renovable, cuyo uso no se veía limitado por el peligro de agotamiento que afecta, por ejemplo, a los yacimientos minerales. Los textos escolares hablan, precisamente, del “ciclo del agua” que, a través de la evaporación y la lluvia, devuelve el agua a sus fuentes para engrosar los ríos, lagos y acuíferos subterráneos… y vuelta a empezar.

Y ha sido así mientras se ha mantenido un equilibrio en el que el volumen de agua utilizada no era superior al que ese ciclo del agua reponía. Pero el consumo de agua se ha disparado: a escala planetaria el consumo de agua potable se ha venido doblando últimamente cada 20 años, debido a la conjunción de los excesos de consumo de los países desarrollados (ver Consumo responsable) y del crecimiento demográfico, con las consiguientes necesidades de alimentos.

La Conferencia de Mar del Plata, Argentina, celebrada en 1977, constituye el comienzo de una serie de actividades globales en torno al agua que trataban de contribuir a nivel mundial a cambiar nuestras percepciones acerca de este recurso y a salir al paso de un problema grave y creciente que afecta cada vez más a la vida del planeta. Como se señala en el Primer Informe de Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos del Mundo: “De todas las crisis, ya sean de orden social o relativas a los recursos naturales con las que nos enfrentamos los seres humanos, la crisis del agua es la que se encuentra en el corazón mismo de nuestra supervivencia y la de nuestro planeta”. Es necesario recordar a este respecto que aunque el agua es la sustancia más abundante del planeta solo el 2,53% del total es agua dulce, el resto agua salada.

La lista de conferencias y acuerdos internacionales que han tenido lugar a lo largo de las tres últimas décadas resulta ilustrativa de la creciente gravedad de la problemática del agua, situándola en el centro del debate sobre el desarrollo sostenible. Así, en el Segundo Foro Mundial del Agua, reunido en Holanda en el 2000, se alertaba de que la agricultura y ganadería consumían el 70-80% del agua dulce utilizada en el mundo, con una responsabilidad muy particular de las técnicas intensivas de los países desarrollados: “para producir un solo huevo en una granja industrial hacen falta 180 litros de agua: esto es 18 veces más de lo que tienen a su disposición cada día los pobres de la India” (Riechmann, 2003). Este crecimiento del consumo ha llevado, por ejemplo, a una explotación de los acuíferos subterráneos tan intensa que su nivel se ha reducido drásticamente. Como advierte Jorge Riechmann (2003), “a escala mundial, algunas regiones agrícolas (como las llanuras del norte de China, el sur de las Grandes Llanuras de EEUU, o gran parte de Oriente Próximo y el norte de África) están extrayendo aguas subterráneas más rápido de lo que el acuífero puede recargarse, una práctica obviamente insostenible”. (…) La sobreexplotación de los acuíferos los daña en muchos casos irreversiblemente, ya por intrusión marina si nos hallamos cerca de la costa (lo que provoca su salinización), ya por compactación y hundimiento de sus estructuras”.

Pero no se trata sólo de las aguas subterráneas: se ha tomado tanta agua de los ríos que, en algunos casos, su caudal ha disminuido drásticamente y apenas llega a su desembocadura, lo cual acaba produciendo irreversibles alteraciones ecológicas: pensemos que muchos peces desovan en el agua dulce que los ríos introducen en el mar y que muchas especies precisan de los nutrientes que esas aguas acarrean. Un caso extremo lo constituye la desaparición del mar de Aral, en el territorio de la antigua Unión Soviética, causada por la desviación de las aguas de los dos ríos que lo alimentaban para irrigar a gran escala el cultivo del algodón, que algunos califican como “la mayor catástrofe ecológica de la historia” (Chauveau, 2004).

Junto a este crecimiento explosivo del consumo del agua se ha producido y se sigue produciendo una seria degradación de su calidad debido a los vertidos de residuos contaminantes (metales pesados, hidrocarburos, pesticidas, fertilizantes…), muy superior a tasa o ritmo de asimilación de los ecosistemas naturales. Son conocidos, por ejemplo, los efectos de los fosfatos y otros nutrientes utilizados en los fertilizantes de síntesis sobre el agua de ríos y lagos, en los que provocan la muerte de parte de su flora y fauna por la reducción del contenido de oxígeno (eutrofización). Unos dos millones de toneladas de desechos son arrojados diariamente, según el Informe de Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos del Mundo, en aguas receptoras. Se estima que la producción mundial de aguas residuales es de aproximadamente 1500 km3 y asumiendo que un litro de aguas residuales contamina 8 litros de agua dulce, la carga mundial de contaminación puede ascender actualmente a los 12000 km3, siendo las poblaciones pobres las más afectadas, con un 50% de la población en los países en desarrollo expuesta a fuentes de agua contaminadas.
La Comisión Mundial del Agua ha alertado además del drástico descenso de los recursos hídricos provocado también por la degradación ambiental y, muy concretamente, por la deforestación y la pérdida de nieves perpetuas fruto del cambio climático: la lluvia ya no es retenida por la masa boscosa, ni tampoco en forma de nieve, lo que favorece la erosión y desertización. En el 2000 las reservas de agua en África eran la cuarta parte de las que existían medio siglo antes y en Asia y en América Latina un tercio y siguen disminuyendo mientras crecen la desertización y las prolongadas sequías. Y denuncia que 1200 millones de personas carecen de agua potable, mientras que a 3000 millones les falta agua para lavarse y no tienen un sistema de saneamiento aceptable. Tocamos así un segundo problema: el de los graves desequilibrios en el acceso al agua: como promedio, cada habitante de la Tierra consume 600 metros cúbicos al año, de los que 50 son potables, lo que supone 137 litros al día. Pero un norteamericano consume más de 600 litros al día y un europeo entre 250 y 350 litros, mientras un habitante del África subsahariana tan solo entre 10 y 20 litros (Chauveau, 2004). De los 4400 millones de personas que viven en países en desarrollo, casi tres quintas partes carecen de saneamiento básico y un tercio no tienen acceso al agua potable. En consecuencia, en las últimas décadas del siglo XX hemos asistido a un fuerte rebrote de las enfermedades parasitarias asociado a las dificultades de acceso al agua potable y a carencias en los servicios de salud. La mayoría de los afectados por mortalidad y morbilidad relacionadas con el agua son niños menores de cinco años y como señala el informe de Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos del Mundo: “la tragedia es que el peso de estas enfermedades es en gran parte evitable”.

Al propio tiempo, como se señala en la Declaración Europea por una Nueva Cultura del Agua, reproducida en la web http://www.unizar.es/fnca/presentacion1.php, de la Fundación Nueva Cultura del Agua, “el hecho de que más de 1.100 millones de personas no tengan garantizado el acceso al agua potable y de que más de 2.400 millones no tengan servicios básicos de saneamiento, mientras la salud de los ecosistemas acuáticos del planeta están al borde de la quiebra, ha sido el detonante de crecientes conflictos sociales y políticos en el mundo”.

El problema del agua aparece así como un elemento central de la actual situación de emergencia planetaria (Vilches y Gil, 2003) y su solución sólo puede concebirse como parte de una reorientación global del desarrollo tecnocientífico, de la educación ciudadana y de las medidas políticas para la construcción de un futuro sostenible, superando la búsqueda de beneficios particulares a corto plazo y ajustando la economía a las exigencias de la ecología y del bienestar social global (Ver crecimiento económico y sostenibilidad).

Conviene destacar que las posibilidades técnicas para resolver muchos de los problemas que hemos ido mencionando ya están disponibles. Existen, por ejemplo, numerosas técnicas para determinar la calidad de las aguas, los elementos y compuestos tóxicos que pueden tener, los microcontaminantes, basadas en las orientaciones de la OMS de límites permitidos para el agua destinada a la alimentación. También hay tecnologías contrastadas de tratamiento de aguas residuales, depuración de vertidos industriales, etc. Hay tecnologías sostenibles que no sólo procuran disminuir la contaminación, sino que tratan de prevenir los problemas. Y existen unos principios básicos fundamentales recomendados para los proyectos tecnológicos de depuradoras, basados en la máxima reutilización de aguas limpias y semilimpias, reducción de caudales, separación inmediata de residuos donde se producen, sin incorporarlos a las corrientes de desagüe, para tratarlos separadamente, etc.

También en lo que se refiere a impedir el agotamiento de los recursos de todo tipo (aguas subterráneas, bancos de pesca...) las técnicas y los planes de actuación ya están previstos y cuentan con formas de control extremadamente fiables, que van desde la vigilancia vía satélite al análisis genético de las capturas.

Por otra parte, estudios fiables de muy diversa procedencia (PNUD, Banco Mundial…) han mostrado que con inversiones relativamente modestas –apenas 9000 millones de dólares- habría agua y saneamiento para todos. En realidad bastaría con el 5% del gasto militar para lograr la reducción de la pobreza extrema con sus secuelas de enfermedad, hambre, analfabetismo…

Lo que falta, pues, es decisión responsable para llevar adelante los cambios necesarios. Algo que exige impulsar la educación para la sostenibilidad y, como parte de la misma, una Nueva Cultura del Agua: “Para asumir este reto se precisan cambios radicales en nuestras escalas de valores, en nuestra concepción de la naturaleza, en nuestros principios éticos, y en nuestros estilos de vida; es decir, existe la necesidad de un cambio cultural que se reconoce como la Nueva Cultura del Agua. Una Nueva Cultura que debe asumir una visión holística y reconocer las múltiples dimensiones de valores éticos, medioambientales, sociales, económicos, políticos, y emocionales integrados en los ecosistemas acuáticos. Tomando como base el principio universal del respeto a la vida, los ríos, los lagos, las fuentes, los humedales y los acuíferos deben ser considerados como Patrimonio de la Biosfera y deben ser gestionados por las comunidades y las instituciones públicas para garantizar una gestión equitativa y sostenible” (http://www.unizar.es/fnca/presentacion1.php).

El misterio del colapso de las abejas


El año pasado, las abejas mieleras murieron en América del Norte en cantidades sin precedentes. Hasta este mes, nadie parecía capaz de demostrar cuál podía ser la causa.

Lo que se llama "desorden del colapso de colonias" puede devastar una colonia de abejas en cuestión de semanas. Estos insectos vuelan para recolectar polen, pero nunca regresan, o simplemente se debilitan y mueren en las colmenas.

Más allá de los efectos mayores en la cadena alimenticia, las implicancias económicas de estas muertes son inmediatas, porque las abejas son esenciales para la polinización de cultivos por valor de decenas de millones de dólares en América del Norte.

Científicos de la Universidad del Estado de Pennsylvania dijeron haber encontrado una conexión entre el Virus Israelí de la Parálisis Aguda y el desorden del colapso de colonias.

En un llamado a una conferencia la semana pasada, los investigadores señalaron que el virus, junto con otros factores estresantes, es la probable causa del desorden, que ya ha generado la pérdida de entre 50 y 90 por ciento de las colonias de abejas de América del Norte. Fue descubierto en Israel en 2004, el mismo año en que Estados Unidos importó abejas australianas.

El desorden del colapso de colonias también se observó en Polonia, Grecia, Italia, Portugal y España, e informes no verificados aparecieron en Suiza y Alemania. También se reportaron casos en India y Brasil.

David Hackenburg, un apicultor que vive cerca de la bahía de Tampa, en el sudoriental estado estadounidense de Florida, perdió casi 2.000 de sus 3.000 colmenas en apenas semanas el invierno boreal pasado. Desde entonces plantea el tema a investigadores universitarios, burócratas de agencias estatales y políticos electos.

Hackenburg dijo a varios medios de comunicación que nuevos pesticidas sintéticos elaborados en base a nicotina y conocidos como neonicotinoides, o neonics, son el principal factor que contribuye con esta situación.

Algunos investigadores señalaron a IPS que nuevos estudios incluirán a estos pesticidas como posibles causas.

Organizaciones ambientalistas como el Sierra Club también creen que los alimentos genéticamente modificados podrían estar influyendo.

Un estudio británico más exhaustivo concluyó que cultivos genéticamente modificados combinados con poderosos productos químicos eran perjudiciales para las abejas, las mariposas y los pájaros.

Investigadores del Departamento de Agricultura del nororiental estado de Pennsylvania y otros estados estadounidenses vienen realizando pruebas en base a datos geográficos para comprender la magnitud del problema y para constatar si existen vínculos con el desorden del colapso de colonias.

Pero otros científicos alegan que hay escasa evidencia de que la toxina Bacillus thuringiensis, producida por cultivos genéticamente modificados, sea una de las causas de las muertes masivas de abejas.

Según el Science Daily, un equipo de científicos del Centro Químico Biológico Edgewood y la Universidad de California en San Francisco identificaron un virus y un parásito que son probables culpables de las recientes muertes.

No fue sino hasta esta semana que el Grupo de Trabajo sobre el Colapso de Colonias en la Universidad del Estado de Penn arrojó conclusiones claras sobre cuáles pueden ser las causas.

En julio de 2007, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos difundió un plan de acción sobre el desorden del colapso de colonias que declara: "La estrategia actual para abordar (este mal) involucra cuatro componentes principales: 1) encuestas y recolección de datos; 2) análisis de muestras; 3) investigaciones guiadas por hipótesis y 4) acciones preventivas y de mitigación".

Mariano Higes, científico radicado en la central ciudad española de Guadalajara, concluyó que las abejas europeas que sufren desorden del colapso de colonias son víctimas del hongo Nosema ceranae.

El equipo de investigadores liderado por Higes estudia este tema desde 2000 y así pudo descartar cualquier otra causa. Científicos de Estados Unidos declararon que aunque ése puede ser un factor, no es el único que genera el desorden.

Eric Mussen, experto en apicultura de la Universidad de California Davis, cree que pequeñas variaciones en el estado del tiempo causadas por el cambio climático podrían afectar el agua, el néctar y el polen de los que dependen las abejas. Mussen también alega que las abejas tienen muchos virus, pero son sus sistemas inmunológicos debilitados los que las vuelven susceptibles a la muerte.

Los primeros casos se hicieron públicos a fines de 2006. Desde entonces, las especulaciones varían acerca de las causas, yendo desde una diversa serie de teorías que incluyen los nuevos pesticidas, los cultivos genéticamente modificados, los productos agrícolas, el cambio climático, los virus y los teléfonos celulares.

Se calcula que, en los años 40, en América del Norte había cinco millones de colonias de abejas administradas. Ahora hay apenas unos dos millones. Las condiciones climáticas adversas y los huracanes también contribuyeron con las fuertes pérdidas de colonias de abejas en los últimos años.

Por ejemplo, la temporada de almendras comienza en febrero para las abejas. Es una estación fría en América del Norte, lo que puede afectar su resistencia. La economía de la temporada de almendras es particularmente lucrativa para los apicultores.

La cría migratoria de abejas también está muy difundida en Estados Unidos. Los apicultores ganan más dinero alquilando abejas para la polinización que con la producción de miel.

A menudo los apicultores trasladan sus colonias a Florida, Texas (sur), California (oeste) y otros estados. La cría migratoria de abejas se implementa en Estados Unidos desde 1908.

El cambio climático también podría ser un factor en el debilitamiento de las abejas y ha afectado la polinización de cultivos en muchas áreas agrícolas de América del Norte.

El valor de los cultivos para los cuales las abejas son las principales polinizadoras se calcula en el entorno de los 15.000 millones de dólares en Estados Unidos. Solamente la industria de las almendras, que depende de la polinización de las abejas, vale 1.500 millones de dólares.

Las abejas mieleras no son nativas de América del Norte. Aunque las plantas autóctonas pueden sobrevivir sin ellas, la polinización de las abejas es fundamental para cultivar frutas y verduras como manzanas, cerezas, tomates, zapallitos y muchos otros cultivos.

"Ciertamente está ocurriendo algo en Estados Unidos, y es difícil decir si se debe a una bacteria o a un hongo. Es difícil detectarlo con los métodos actuales", explicó a IPS Leonard Foster, profesor asistente de bioquímica en la Universidad de Columbia Británica.

"Podrían ser varios factores combinados, pero son difíciles de verificar en este momento: cambio climático, antibióticos o el uso de pesticidas donde las abejas puedan posarse. Tenemos varios antecedentes históricos que muestran que hay fluctuaciones en las colmenas cada siete u ocho años, que son afectadas por las condiciones climáticas y los rendimientos de los cultivos. Todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones", agregó.

"En los últimos tiempos no hemos oído mucho, dado que estamos en verano. Las pérdidas parecen estar asociadas con el invierno, dado que es el fin natural del ciclo de vida de una colonia", dijo a IPS Troy Fore, presidente de la Federación de Apicultores Estadounidenses.

"Yo me entero por los apicultores, pero muchos fueron perjudicados a comienzos del año. Las colonias afectadas no son tan productivas. Pero todavía no tenemos un arma humeante", concluyó.

¿Al Gore defiende el medio ambiente?


El ex vicepresidente yanqui Al Gore ha sido uno de los ganadores del Premio Nobel de la Paz 2007 «por sus esfuerzos por construir y divulgar un mayor conocimiento sobre el cambio climático». El premio fue compartido con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), de las Naciones Unidas, que reúne a 2500 científicos, entre ellos 50 argentinos. Pero, como tantas veces, el premio Nobel viene con trampa.

Los científicos del Panel atribuyeron el calentamiento global a actividades humanas en 90% y pronostican un alza de la temperatura media del planeta en 2100 de entre 1,1 y 6,4 grados, y confirmaron que inundaciones, sequías y hambrunas se intensificarán a raíz de los daños ecológicos si los gobiernos no adoptan medidas para proteger el medio ambiente. Los científicos evidentemente merecen el premio.

Gore merece el Nobel... de la mentira

El principal destinatario del premio, y el único que se publicita, es Al Gore. ¿Al Gore defensor de la paz? El gobierno de Clinton, del cual fue vicepresidente (1993 al 2000) bombardeó Yugoslavia, Sudán, Afganistán, Irak, Haití, Zaire, y Liberia, utilizando toda clase de municiones destructivas incluidos proyectiles que contenían uranio empobrecido, causando la muerte de decenas de miles de civiles e irreparables daños ambientales.

¿Gore defensor del medio ambiente? En diciembre de 1997 más de 160 países, entre ellos EE.UU., firmaron en Kioto (Japón) un protocolo para limitar las emisiones de CO2. Gore firmó, pero «para la gilada». Pues luego, ni él ni Clinton hicieron nada para que fuera aprobado por el Congreso norteamericano. Por lo tanto Estados Unidos, el país más contaminador del planeta, nunca adhirió.

El año pasado Gore hizo un documental visto por millones de personas: «Una verdad incómoda», que muestra los efectos del calentamiento global. Pero es más lo que esconde. Afirma que “Somos todos responsables”. Oculta que el 20 por ciento de la humanidad, principalmente las multinacionales, cometen el 80 por ciento de las agresiones contra el medio ambiente, o que el consumo de energía de un ciudadano medio del Primer Mundo es 70 veces mayor que uno de los países en desarrollo. ¡En la propia casa de Al Gore se consume 20 veces más energía que en la de una familia media norteamericana!

La trampas del Nobel

¿Pero es sólo que le dieron el premio a un charlatán caradura y mentiroso? Hay algo mucho más peligroso. Gore está entre los que defienden los agrocombustibles. Es decir, que la soja y maíz se usen para producir combustible, y a su vez sustituyan a los cultivos de papas, trigo y arroz, alimentos básicos de cientos de millones de pobres del planeta. Estos monocultivos para biocombustible ya están causando desertificación de grandes superficies, destruyendo bosques, pastizales y tierra de cultivos tradicionales en Latinoamérica, Asia y África. Una deforestación que aumentará las emisiones de gases de invernadero por el drenaje de suelos y la agricultura intensiva, y justamente acelerará el calentamiento global, además de encarecer hasta niveles imposibles de alcanzar para los pobres los precios del pan, harina, hortalizas y otros alimentos.

Por otro lado, en el colmo del cinismo, el imperialismo pretende que organismos multinacionales manejados por ellos controlen áreas del planeta como la Amazonia, arrebatando la soberanía de países pobres para, supuestamente, «defender la ecología».

El destructor es el capitalismo

Lo que está devastando al planeta y a los seres humanos es el capitalismo, con sus multinacionales y gobiernos imperialistas al frente. Es la lógica perversa de un sistema para el cual sólo importan las ganancias para una minoría de super millonarios. El ejemplo muy cercano lo tenemos con la empresa finlandesa Botnia, la cual sobornó al gobierno uruguayo del Frente Amplio para que le permitieran montar su gigantesca papelera, al precio de contaminar el río Uruguay y otros daños ecológicos. Si Botnia tiene ganancias para ellos “no interesa” que produzca en el futuro miles de personas con problemas respiratorios o cáncer de piel.

La contaminación se puede frenar y revertir. El protocolo de Kioto, que prevé una reducción de emisiones de gas CO2 es sólo un pequeño paliativo. Para revertir el profundo deterioro ambiental hace falta un cambio revolucionario en la forma de producir, transportar, consumir y repartir. Una revolución socialista a escala internacional, que expropie a las multinacionales, derrote al imperialismo e imponga una planificación democrática de la economía al servicio de las amplias mayorías trabajadoras, contemplando el cuidado del conjunto de los seres humanos y de la Tierra como lo que es, el lugar en que vivimos todos.

Biocombustibles que matan


En teoría los biocombustibles son menos contaminantes que los derivados del petróleo. Basándose en esa premisa, Estados Unidos y la Unión Europea se han propuesto alimentar sus vehículos con ellos. Para lograrlo deben remodelar sus cultivos, y además comprar maíz, soja o aceite de palma a los países del Sur. El resultado inmediato es el incremento del precio de estos alimentos, con lo cual se prevé que el hambre aumente a corto plazo. Texto:

El ciudadano corriente asocia la palabra biocombustible con ese nuevo carburante que va a hacer funcionar su coche sin contaminar el medio ambiente. El sucio petróleo negro sustituido por las verdes plantas. En concreto, cuando hablamos de biocombustibles nos referimos a lo que se conoce como biodiesel y como bioetanol. El primero se obtiene del procesamiento de aceites vegetales de la colza, palma africana, soja, girasol o maíz. El segundo es un alcohol que se obtiene del azúcar de la remolacha o caña de azúcar, y también del almidón del maíz, la cebada o el trigo. En la mayoría de países, el biocarburante elegido se mezcla en un porcentaje determinado con el diesel sin necesidad de cambiar los coches, aunque en Brasil desde hace años los coches funcionan con etanol puro. Hasta aquí todo parece muy limpio y ecológico, aunque hay quien asegura que esa visión “verde” no es más que apariencia. Para el Nobel de Química, Hartmut Michel, con los biocombustibles no se ahorran emisiones de CO2 puesto que al fermentar el vegetal sólo se obtiene el 10% de alcohol. Elevar esa proporción al 100% conlleva emplear energía de combustibles fósiles. Así que se acaba emitiendo más CO2 del que produciría simplemente un coche de gasolina.

En la misma línea, Manoel Santos, biólogo y director del suplemento Altermundo , afirma que "entramos de nuevo en una manipulación intencionada, pues con el prefijo "bio" la mayor parte de la gente entiende que es “muy ecológico” y nada más lejos de la realidad. Sería más correcto hablar de agrocombustibles, pues proceden de actividades agrícolas".

El gran problema se plantea ante la necesidad desmedida de nuestros vehículos. Europa desea que en 2010, el combustible que sale por el surtidor lleve mezclado un 5,75% de biodiesel y Estados Unidos un 10% en la misma fecha. Para lograrlo, la UE debería movilizar el 70% de sus tierras de cultivo y Norteamérica un 121% inexistente. La cifras hablan de la irrealidad de esta iniciativa porque todos los sembrados del planeta no serían suficientes para alimentar a los coches occidentales con el 100% de biocombustible. La otra deducción lógica es que si llenamos nuestros campos de plantas para generar carburante, ¿qué vamos a comer?

Hambre a la vuelta de la esquina
Hay a quien le puede parecer exagerado el planteamiento de que emplear biocombustibles desemboque en hambre, pero ya tenemos ejemplos reales de ello. Se calcula que este año ciento nueve millones de toneladas de trigo, en lugar de servir como alimento, han sido desviadas a plantas de producción de etanol. Y si observamos el caso de Estados Unidos, veremos que a partir de que empezó a elaborar etanol empleando maíz, en un año subió el precio de este producto. ¿Cómo se llega a ese punto? Muchos agricultores que plantaban para consumo humano y animal se han pasado al otro lado puesto que les resulta más rentable. Al haber menos semillas para comer, el precio de las mismas sube. El resultado en Estados Unidos es que creció el precio del maíz que comen cerdos, bovinos y aves, con lo cual se incrementaron todas sus carnes, además de sus derivados como leche, mantequilla y huevos. El pollo ya cuesta allí un 30% más. Pero quien está surtiendo al mundo occidental de vegetales para convertir en biocombustibles son los países en vías de desarrollo. Allí las consecuencias están siendo ya devastadoras. Muchos de ellos están abandonando sus cultivos tradicionales para plantar aquellos que producen etanol porque les dan más beneficios. En Brasil se han cambiado los campos de soja, algodón y diversos alimentos por la caña de azúcar. La consecuencia es que sus habitantes ya han pagado tres veces más por sus alimentos en el primer semestre de 2007, que en el mismo periodo del año anterior.

En España no nos quedamos atrás en incremento de precios, y eso que casi no empleamos agrocombustibles -un 1,7% del total-. Ya en agosto los ganaderos se quejaban en los medios de comunicación de que los piensos para sus vacas habían aumentado en un 30% debido al boom de los biocarburantes. Si hablamos del maíz, cuesta un 60% más que en 2006, y el trigo y la cebada crecieron un 50%. Puestas así las cosas, que no sorprenda el incremento que notarán nuestros bolsillos en la recta final de este año. Comenzando por el pan, continuando con la leche, y terminando en las carnes y huevos. Notaremos a escala reducida lo que sufren en el tercer mundo. La Unión de Consumidores de España ya calcula que esta subida prevista en los productos básicos encarecerá 1.200 euros al año la cesta de la compra.

Para Manoel Santos, "están jugando con la vida de la gente. No se pueden dejar de cultivar tierras para alimentos y dedicarlas a engordar la opulencia de los países industrializados. Ya tenemos varios ejemplos que demuestran que la demanda de cereales para producir bioetanol está subiendo los precios, con lo que la gente más pobre no puede comprar alimentos. En febrero de 2007 el precio del cereal subió al nivel más alto de los últimos diez años. Todos recordamos la crisis de México, con enormes movilizaciones populares por el precio de la "tortilla", básica en la alimentación de la población. Las repercusiones están llegando aquí, donde la Federación Gallega de Panaderos ya anunció la subida del pan porque se está disparando el precio del cereal. Calcula que tendrán que cerrar cientos de panaderías sólo en Galicia. Según el Food Policy Research Institute, de Washington, con cada aumento del 1% en el precio de los alimentos dieciséis millones de personas caen en la inseguridad alimentaria. Ese mismo instituto dice que aumentarán los precios hasta un 30% en 2010, con lo que las repercusiones son inimaginables. Da miedo". A todo ello hay que sumar que también hay incrementos en los precios de los alimentos provocados más por el puro temor que por la realidad, y muchos especuladores que han guardado su grano para venderlo cuando suban los precios.

La ecología negra de los combustibles
Para la expansión de los agrocarburantes a gran escala, las empresas requieren más tierra de la usada actualmente, promoviendo lo que se conoce como agricultura a gran escala o industrial. Está comprobado que estas prácticas erosionan el suelo de tal manera, que la FAO ya ha advertido que al ritmo actual desaparecerán próximamente 500 millones de hectáreas de tierras arables. Además la agricultura industrial precisa gran cantidad de agua -emplea el 70% de la que se gasta- y utiliza muchos fertilizantes, una de las mayores fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero. La contaminación también aumenta debido a la cantidad de maquinaria y transportes empleados. En concreto hay estudios que demuestran que contamina más producir aceite de palma -empleado para agrocombustible- que petróleo.

Otro de los efectos ya constatados es que se están invadiendo bosques para estos cultivos. A ello hay que añadir que las semillas empleadas para convertir en biocombustible suelen ser trasgénicas, el resultado final es que en las zonas en las que se están plantando están perdiendo biodiversidad, árboles nativos y ecosistemas completos.

Si el coste ambiental no es suficiente, el humano es brutal, como comenta Santos: "La producción a escala mundial de agrocombustibles fomenta el latifundio, evita que las tierras se les devuelvan a los pueblos originarios, a los indígenas, usurpa los recursos hídricos, etc. Son un atentado directo contra los modelos de producción familiar y comunitaria, que son los verdaderamente sostenibles y los que resolverían los graves problemas del hambre en el mundo".

Los campesinos que conservan sus tierras y cambian sus cultivos alimentarios por los dedicados a biocarburantes, pierden sus fuentes de alimento y quedan a merced de las transnacionales, que les surten de semillas y ponen el precio a las cosechas. Y es que estas plantas están genéticamente modificadas para que tengan más azúcar y den más graduación alcohólica al convertirlas en combustible, así que no sirven para comer.

Por qué ahora biocombustibles
De desconocer este combustible hemos pasado a un boom apoyado por los medios de comunicación, desde donde se nos convence de sus virtudes y poco se habla de sus efectos. Los más avispados sugieren que este cambio de apuesta se debe a un inminente agotamiento del petróleo. La ONG Grain -que promueve el manejo y uso sustentable de la biodiversidad agrícola- asegura que tras los agrocombustibles se encuentran las industrias automovilísticas y petroleras, empresas alimenticias, compañías biotecnológicas y empresas dedicadas a inversiones a nivel mundial. Para Manoel Santos "la apuesta real de ir substituyendo paulatinamente la dependencia de los llamados combustibles fósiles por esos agrocombustibles, nace de los poderes financieros internacionales que dominan el mundo -OMC, FMI, Banco Mundial-, de las transnacionales a las que sirven y lógicamente de los países alineados con el Imperio Norteamericano -y también de sus elitistas clubes de ricos como el G-8 o la OCDE-, lo que incluye toda la Unión Europea. Las reservas de petróleo, como todos sabemos, no están en estos países. Pero el por qué de este momento está en el 11-S, que cambia la visión del mundo por parte del Imperio. Es ahí cuando Estados Unidos se da cuenta de que la dependencia del petróleo les puede causar demasiados problemas, porque las mayores reservas están en países del que llaman eje del mal. Esto, unido al factor de que todos los datos indican que la fecha de caducidad de las reservas de petróleo es entre 50 y 80 años, hace que se busquen alternativas a gran escala. Hay que tener en cuenta que hoy Brasil y Estados Unidos controlan más del 70% de la producción mundial de agrocombustibles, así que la alternativa buscada por el Imperio está dirigida a ser quien la controla".

Por lo que los datos nos dicen, no hay futuro verde en los agrocombustibles, que además nos echan en brazos de las mismas multinacionales de siempre. Para muchos, los agrocombustibles sólo son una buena alternativa para la producción comunitaria, para que los campesinos se autoabastezcan en los mercados locales, para que den de beber a sus tractores. Siempre producidos por ellos y para ellos, nunca para alimentar los coches del norte. Otra opción que se consideraría más viable es el alcohol biológico de segunda generación sobre el que ya se está investigando y que procedería de restos de vegetales de poda o desbroce de campos y montes.

Pero el fondo de la cuestión, según Santos, es que debemos "plantearnos a escala mundial el actual modelo energético y de la sociedad consumista en general. Por mucha energía renovable que fomentemos nunca será suficiente si no caminamos hacia la eficiencia en el consumo, hacia el ahorro, hacia el reciclaje de lo reciclable, y hacia un cambio en nuestras demandas ultracapitalistas. Todos hablan de energías alternativas, pero nadie de emplear menos energía. La lucha es contra el neoliberalismo, contra el capitalismo desaforado. Es, simplemente, una lucha por la vida".

Ecologistas y agricultores denuncian que la UE aprobará tres transgénicos potencialmente peligrosos con el voto favorable de España


La Comisión Europea autorizará próximamente tres nuevos organismos modificados genéticamente (OMG), a pesar de que el Consejo de Ministros de Agricultura de la Unión Europea (UE) no fuera capaz de alcanzar ayer una mayoría cualificada para permitir su comercialización. Aunque España votó a favor de la aprobación de estos peligrosos transgénicos, los votos en contra y las abstenciones de otros estados miembro hicieron que no se consiguiera la mencionada mayoría. Amigos de la Tierra, la Coordinadora de Organizaciones Agrícolas y Ganaderas (COAG) y Greenpeace denuncian que la Comisión y el Ministerio de Agricultura aprovechan la coyuntura de subida del precio de los cereales para justificar la entrada de productos que no han demostrado su seguridad.

“Queremos felicitar a los Estados Miembros que han votado en contra de estos OMG, ya que están demostrando su preocupación por el medio ambiente y la salud de sus ciudadanos.” afirmó Juan Felipe Carrasco, responsable de la campaña contra los transgénicos de Greenpeace.

Siguen sin resolverse graves incertidumbres sobre la seguridad general de los transgénicos y más en concreto de los que ayer se sometían a la votación. Dos de los híbridos incluyen la modificación genética Nk603. El NK603, aprobado para consumo humano en la UE, fue analizado recientemente por el Instituto francés CRIIGEN, que encontró claros signos de toxicidad en los datos aportados por la empresa fabricante, la multinacional Monsanto (1). El tercero de los maíces aprobados, conocido como Herculex, ha sido repetidamente denunciado porque los análisis realizados por las empresas fabricantes, Pionner y Dow revelaron signos de toxicidad que exigen nuevas investigaciones (2).

Amigos de la Tierra, COAG y Greenpeace han denunciado reiteradamente a la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) por no exigir más investigación antes de dar el visto bueno a nuevos transgénicos y por no tener en cuenta las evidencias sobre sus efectos perjudiciales. Mientras no se produzca una mejora radical de la evaluación de riesgos de los transgénicos, los procesos de autorización deben suspenderse.



“Las instituciones europeas y el Gobierno español no deberían poner en riesgo la salud pública y la protección del medio ambiente para promover los intereses de unas pocas multinacionales agroquímicas”, declaró David Sánchez, responsable del Área de Agricultura de Amigos de la Tierra.

Sin embargo, el contexto global de subida de precios de los alimentos está siendo usado para forzar la entrada de nuevos OMG en los mercados europeos por encima de las consideraciones ambientales o de salud pública. Para Andoni García, miembro de la ejecutiva de COAG “ El voto positivo del Ministerio de Agricultura para estas tres variedades tiene una clara intencionalidad: aprovechar una situación de crisis en los mercados y en los sectores ganaderos para introducir cereales transgénicos sin abordar debidamente las verdaderas causas de la situación de los mercados”



La subida de precios de los cereales se debe, entre otros factores, a la reducción de las cosechas en el hemisferio norte y al aumento de la demanda de cereales de forma significativa de determinados países, lo cual no puede servir de coartada a la Comisión Europea para aprobar nuevos transgénicos, que no resolverán ningún problema y sin embargo suponen un grave peligro. Más, cuando las reformas agrícolas desarrolladas en la Unión Europea, basadas en la liberalización del comercio y la desregulación de los mercados agroalimentarios son una parte importante del problema.

Mientras países como Francia se están planteando vetar el uso de cultivos transgénicos, reconociendo que su diseminación no se puede controlar y que no se quiere asumir ningún riesgo, España sigue cultivando cada vez más OMG. Amigos de la Tierra, COAG y Greenpeace exigen al Gobierno Español que opte por una moratoria en el cultivo de OMG en nuestro país.

El informe "Calidad del aire en las ciudades" suspende a España


Un 75% de los españoles vive en entornos urbanos con alta contaminación ambiental. Madrid es la comunidad que más supera la concentración límite anual establecida para las partículas contaminantes
El informe "Calidad del aire en las ciudades: clave de sostenibilidad urbana" asegura que el 75 por ciento de los españoles vive en entornos urbanos sometidos a altos niveles de contaminación ambiental, la cual reduce la esperanza de vida entre varios meses y dos años en función de la zona.

Según el estudio, presentado hoy en Madrid por el Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE), la calidad del aire dista mucho de ser satisfactoria, sobre todo en Madrid, la comunidad con mayor número de municipios que superan la concentración límite anual establecida para las partículas contaminantes. En el otro extremo se encuentran Palma de Mallorca, Cartagena y Pamplona, las ciudades españolas con más de 100.000 habitantes que tienen el aire más limpio.

El incremento del transporte privado y de la actividad industrial ha conllevado que se sobrepasen los valores límite de las principales partículas contaminantes en muchas ciudades. A pesar de que en términos absolutos el aire haya mejorado gracias a una reglamentación más estricta, la salida de industrias de las ciudades y la disminución de SO2, los valores límite establecidos son "continuamente sobrepasados" y se mantienen los valores altos de forma continuada.

Con datos referidos a 2005, el informe indica que las partículas contaminantes muy finas (por debajo de las 2,5 micras), las "más peligrosas, han aumentado como consecuencia del uso de motores diesel, lo que representa un importante impacto en la salud.

Las partículas finas (menores de 10 micras) muestran una ligera tendencia a la disminución gracias a un mayor control de los procesos de combustión en las ciudades y a que ha habido un cambio de combustibles en detrimento del carbón y a favor del gas natural. Sin embargo, Córdoba, Almería, Jaén, Albacete, Santa Cruz y las madrileñas Leganés, Getafe, Torrejón de Ardoz, Alcorcón y Alcalá de Henares superan el valor límite de concentración media anual -y el 21,7 por ciento de los municipios-.

La tendencia de crecimiento de concentración de ozono es "preocupante" y además las condiciones climáticas del país favorecen su formación en las capas bajas de la atmósfera. Las ciudades que superan la concentración permitida son Málaga, Sevilla, Jerez de la Frontera, Badajoz, Huelva, Leganés, Dos Hermanas, Granada, Logroño, Fuenlabrada, Jaén, Valladolid, Burgos, Albacete, Alcalá de Henares y Torrejón de Ardoz.

También aumenta la concentración de NO2 y son 13 las ciudades que sobrepasan el límite establecido para la normativa de 2010: Córdoba, Zaragoza, Sabadell, Fuenlabrada, Santa Coloma, Leganés, Alcobendas, Badalona, Barcelona, Valencia, Getafe, Madrid y Alcorcón. Cada año, España dedica 16.839 millones de euros a hacer frente a los costes sanitarios derivados de la contaminación atmosférica, una cifra que podría aumentar hasta 45.838 millones de euros, según los cálculos realizados por el Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE).

El informe explica que entre un 1,7 y un 4,7 por ciento del PIB español -lo que supone entre 413 y 1.125 euros por habitante y año- se invierte en gestionar la contaminación atmosférica y sus efectos. El OSE explica que la estrategia europea para reducir la contaminación ambiental costará más de 7.000 millones de euros al año a partir de 2020, sin embargo, el ahorro en costes por mejoras en la salud será de 42.000 millones -seis veces más que el gasto- y se evitarán 140.000 muertes prematuras por la exposición a estos contaminantes.

El petróleo y los alimentos


Un mundo sin petróleo amenaza nuestra posibilidad de acceder a los alimentos. Para muestra un dato: El 17% de la energía consumida en el mundo se utiliza en la producción, distribución y suministro de productos agrícolas. Este porcentaje se divide de la siguiente manera: 4% a la producción; 5% al procesamiento; 8% al transporte y distribución desde la granja hasta los supermercados. [1]

Dado que el común de nosotros se limita a ir al supermercado a comprar sus alimentos, muchas veces no nos damos cuenta de todo el proceso que agotan esos productos antes de llegar a las góndolas de esos establecimientos. No advertimos que la agricultura moderna depende casi totalmente del petróleo.

El motor de gasolina aplicado a los tractores, los camiones, las maquinas cosechadoras, ha reemplazado a la fuerza humana y a la de los caballos, mulas y bueyes como fuente primaria de energía en la granja. Y no solo en la siembra y el transporte esta la dependencia del petróleo en la agricultura: la producción intensiva de los alimentos también esta altamente influenciado por los hidrocarburos.

El uso de fertilizantes y pesticidas derivados de productos petroquímicos han servido de bujía esencial para que la agricultura dejara de ser una actividad familiar para convertirse en una industria y abastecer la alta demanda de una población que ha crecido vertiginosamente en el último siglo.

El uso de fertilizantes y pesticidas comenzó en el año 1950. A partir de esa fecha la demanda de fertilizantes creció de 13 millones a 150 millones de toneladas en el año 2005 y la de pesticidas paso de 90,000 kilos en 1950 a 3,200 millones de kilos en 2005, según el Informe sobre Pesticidas y Fertilizantes de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente.

La mecanización de la agricultura, el uso de fertilizantes y pesticidas derivados del petróleo, así como la introducción de avances en las técnicas de cultivo, han disparado la producción alimentaria, a la vez que han reducido la cantidad de mano de obra humana en la granja.

En un articulo publicado recientemente en la revista Science, titulado "The Mechanization of Agriculture" (La mecanización de la agricultura) se arroja el siguiente dato: "En 1850, un solo agricultor generaba alimentos suficientes para mantener a cuatro personas. En la actualidad, un solo agricultor genera alimentos en cantidad suficiente para mantener a setenta y ocho personas. La productividad agrícola aumento un 25% en los años cuarenta, un 20% en los cincuenta, un 17% en los sesenta, y mas del 28% en la década de los ochenta."

Ese aumento de la productividad agrícola se ha hecho a costa de incrementar la cantidad de petróleo consumido en el proceso. Según Jeremy Rifkin en su famoso libro La economía del Hidrogeno: "Para producir una lata de cereales de 270 calorías, el granjero consume la ingente cantidad de 2,790 calorías para mantener la maquinaria en funcionamiento y obtener los fertilizantes y los pesticidas. Así pues, por cada caloría de energía producida, el tecnificado granjero termina consumiendo diez calorías de energía." (p. 239).

Otro dato mas revelador que el anterior es sacado a relucir por David Pimentel en su estudio titulado "Food, Energy and Society" hecho para la Cornell University, de la ciudad de Ithaca en New York: "Un vehiculo que consume 4 litros de gasolina (un galón) por cada 50 Km.; en diez Km. quema la cantidad de gasolina necesaria para producir una barra de pan". Impresionante.

Un elemento importante es el referente al daño que causa en el suelo el uso de pesticidas y fertilizantes. El suelo se erosiona dada la alta cantidad de estos productos utilizada para aumentar su productividad. La contaminación que se deriva de los fertilizantes es responsable de la mitad de la contaminación actual del agua y de dos tercios de nuestros residuos sólidos.

El uso de pesticidas no es menos dañino, pues contribuyen también a la degradación del suelo. Para que tengamos una idea clara de lo que estamos diciendo, baste explicar que en el suelo habitan millones de bacterias microscópicas, hongos, algas y protozoos, así como gusanos y artrópodos que tienen la tarea de mantener la fertilidad y la estructura del suelo. Los pesticidas al destruirlos aceleran su proceso de agotamiento y erosión.

Los seres humanos consumimos cada vez mas energía para producir alimentos, pero esta producción es siempre menor al consumo. Según C. Ponting en su libro Historia Verde del Mundo: "En las dos primeras décadas de intensa explotación agrícola basada en productos petroquímicos que vinieron después de la Segunda Guerra Mundial, el consumo total de energía en el sector agrícola aumento un 70%, pero la producción alimentaria solo creció un 30%."

Como hemos visto el crecimiento de la producción agrícola, a través de la mecanización y el uso de fertilizantes y pesticidas, ha llevado consigo un aumento significativo del consumo de petróleo generando mayores emisiones de CO2. Lo que nos deja con una conclusión preocupante dadas sus implicaciones: la agricultura intensiva es uno de los principales agentes para el calentamiento global.

Conclusión confirmada por Rifkin en su ya mencionada obra con el siguiente dato: "Para responder a la demanda anual de carne de una familia media de cuatro personas es necesario consumir mas de 984 litros (260 galones) de combustibles fósiles. La quema de estos combustibles libera en la atmósfera 2,25 toneladas adicionales de CO2, la misma cantidad que emite un vehiculo medio en seis meses de funcionamiento normal." (op. Cit. Pág. 244).

Dado este panorama estamos ante la grave perspectiva de que los costos para la producción de alimentos aumente en tal magnitud que cuando entremos en la época en que la producción petrolera llegue a su techo, cientos de millones de seres humanos no estarán en condiciones de adquirir los alimentos necesarios para garantizar la propia subsistencia y la de sus familias. Esto sin contar con que actualmente hay 854 millones de personas que padecen de hambre y desnutrición.

Ciertamente, la humanidad esta hoy enfrentada a problemas que amenazan su propia existencia. Decir que el fin de la especie humana esta cerca, seria un gigante acto de alarmismo, los seres humanos todavía estamos a tiempo de salir victoriosos ante estos retos. Indudablemente, a la civilización humana como hoy la conocemos le quedan pocas décadas. Probablemente en el último tercio de este siglo sentará sus bases una nueva civilización que regirá al planeta por los próximos siglos.

Es nuestro deber asegurar primero, que el fin de la humanidad no llegue con el final de esta civilización. Y segundo, tan importante como lo primero, garantizarle a esas generaciones la construcción de su nueva civilización a partir de un mundo en donde la desigualdad, la guerra y la pobreza sean solo capítulos de los libros de historia.

La especie humana esta en peligro. Pero aun puede salvarse y ser mejor.

Juan Carlos Guerra