Biodiversidad: el paraíso perdido

No soy un ecologista fanático; no antepongo un supuesto “mundo natural” al mundo humano. Milito en la corriente del pensamiento ecológico conocida como ecología social o socioecológica, corriente esta que incluye a los desajustes socioeconómicos humanos como uno de los principales problemas ambientales; una corriente que supera la trampa epistemológica del reduccionismo biologicista en que caen la mayoría de las tendencias ecológicas y ambientales contemporáneas, trampa que arrebata o desconoce los contenidos políticos y socioeconómicos inherentes a toda propuesta ecológica.

Entiendo que la lucha por la defensa del ambiente está indisolublemente ligada a la lucha contra la explotación y la depredación capitalista; entiendo que no puede existir una sociedad sustentable dentro de la lógica del capital, y que la lucha por la defensa del entorno incluye indefectiblemente la lucha por la defensa del ser humano, tan agredido, tan alienado, tan cosificado y mercantilizado por la sociedad capitalista que su propia existencia ha perdido sentido; sin embargo, cada cierto tiempo mientras hago caminatas por los bosques del parque nacional Burro Negro, o por las montañas de la serranía del Paujil en el centro occidente de Venezuela, o camino en soledad frente al mar caribe, me complazco en imaginar como sería hoy el ecosistema terrestre si por algún azar evolutivo hace 2 millones de años el género Homínido no hubiera producido la rama del Homo Sapiens. Alejado del ruido de los hombres, envuelto por los sonidos de la naturaleza no antropizada, sueño despierto con un mundo que fue, y que ya no es ni volverá a ser.

Liberados mi mente y mi espíritu de las limitaciones del cuerpo y de la razón vuelo a través de un mundo maravilloso y ancestral, con imágenes que me son familiares y extrañas a la vez: veo una tierra llena de bosques, miles, millones de kilómetros cuadrados de una cúpula vegetal que se extiende en cada continente casi desde la orilla del mar hasta las mas altas montañas. ¡Una masa boscosa colosal! Como consecuencia de ella el aire es limpio y de una pureza indescriptible. En mi recorrido el cielo está inundado de bandadas de aves de todo tipo y colorido: sobre los cielos de Norteamérica miles de millones de palomas migratorias (hoy extintas) sobrevuelan los bosques de pinos, robles, abetos, arces y encinas. Acá en Venezuela, el firmamento de los cielos llaneros se puebla con decenas de miles de garza, loros, corocoras y ciento de especies que colorean la luz solar con tonos caleidoscópicos.

En las praderas norteamericanas mas de 80 millones de Bisontes hacen retemblar la tierra al huir de las manadas de lobos y de los Smylodon (Tigres dientes de sable) que los persiguen; cerca de ellos, majestuosas manadas de mamuts pacen en las frías praderas. Los océanos hierven de vida. Más de 400 mil Ballenas azules y cientos de miles de otras especies de Ballenas inundan con sus cantos la inmensidad del mar.

Las aguas oceánicas del todo el mundo rebosan pletóricas de vida; incontables y descomunales cardúmenes de Sardinas, Anchoas, Atunes, Bacalaos, Salmones y ciento de especies mas, incluyendo a sus depredadores, hacen que sea difícil recordar los desiertos en que el hombre ha convertido hoy a los mares.

En Europa los extensos rebaños de Úros, de Jabalíes, de Corzos, Renos, de Alces Gigantes, de Bisontes, de Rinocerontes lanudos, de Mamuts y muchas otras especies, vagan por entre sus bosques y llanuras, acechados por Lobos, Tigres siberianos y por Leones y Osos de las cavernas al norte y por Tigres caspianos y manadas de Leones del Atlas al sur.

El norte de África es un vergel que en nada se asemeja a las desérticas imágenes que hoy nos resultan comunes. La gran megafauna Africana (Elefantes, Jirafas, Ñues, Leones, Hipopótamos, Rinocerontes, etc…) hoy confinadas a pequeños espacios del África Oriental, llena con su presencia cada espacio disponible desde el Delta del Nilo en el Oriente, hasta las riberas del Atlántico en Occidente. El desierto del Sahara tiene una décima parte del tamaño que posee hoy, y cada año que pasa tiende a reducirse frente al avance inexorable de lo verde.

Las llanuras del creciente fértil, en el actual Irak, no son el desierto radioactivo en que los bárbaros y criminales invasores lo han convertido hoy; son pantanos y marismas de una gran belleza y amplio despliegue de vida, por algo las cosmogonías Judeocristianas y Musulmanas ubicaron allí el jardín del Edén .

La India y las islas del Asia suroriental son monumentos a la biodiversidad y a la hermosura; aun hoy, luego de milenios de devastación humana, la singularidad de sus parajes impacta y sobrecoge.

Los territorios de lo que hoy es China exhiben paisaje magnificentes, con grandes manadas de Elefantes y Rinocerontes, con decenas de miles de Tigres, Pandas y Osos, con sus Baiji (Delfines) saltando entre las aguas del Yang Tse.

La vida estalla en grandeza y biodiversidad por dondequiera que me lleva mi imaginario viaje. Me sorprendo al mirar cara a cara aves gigantes: Moas en Nueva Zelanda, Aves Elefantes en Madagascar, Alcas gigantes en la costa canadiense y Dodos en Mauricio.

En Australia la diversidad y complejidad de los marsupiales es asombrosa: incontables Canguros Gigantes, Diprodontes, Tilacinos (Lobos de Tasmania) y Leones Marsupiales.

El clima de la tierra sin haber sufrido milenios de deforestación e incendios provocados por el hombre y sin gases producto de la combustión de hidrocarburos es más frío que el actual.

Lo que a mis ojos y a mi espíritu se muestra es el verdadero Jardín del Edén, y según creo, nosotros los seres humanos no fuimos los destinatarios de este paraíso, por el contrario, estoy totalmente convencido de que en realidad los humanos fuimos y somos la serpiente que trajo la muerte y el pecado a este Edén llamado tierra. Ojala que aun haya tiempo para que la evolución del espíritu humano nos conduzca en un cercano futuro a asumir la culpa de nuestros actos como especie y comencemos la búsqueda que nos regresen al paraíso perdido.

Joel Sangronis Padrón

La fase capitalista de la devastación

Quizás deberíamos destacar al año 2007 como el año en que definitivamente se instaló en el debate público el tema del cambio climático. Y que sea así, sin duda, es algo bueno. Ahora, tampoco podemos engañarnos, posiblemente esto se haya debido a causas fortuitas más que a cualquiera otra razón, aún a sabiendas que hace mucho tiempo que venimos padeciendo sus catastróficas consecuencias .

Cambio climático: el convidado de piedra. Por lo pronto, si la discusión sobre este tema ha quedado planteada, tal cosa no ha ocurrido por la voluntad manifiesta de algunos líderes "esclarecidos", de esos que abundan en las direcciones de los países del mundo desarrollado, a los que muy poco les ha importado este tema. El caso más notorio es el del principal país contaminante, Estados Unidos. Los sucesivos gobiernos norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, se han negado una y otra vez a suscribir el Protocolo de Kyoto, que a esta altura ha quedado convertido en un mero acercamiento al problema, ya que dicha iniciativa ha sido ampliamente superado por los propios problemas que trata de controlar.

Tampoco ha sido por voluntad de los grandes medios de comunicación que esta cuestión ha tomado vida propia. Más bien, el cambio climático se ha colado de improviso en sus agendas, y ante el hecho consumado, las grandes cadenas han sabido aprovecharse de él y lo han comenzado a vender como "contenido catástrofe", que obviamente factura de maravillas. Pedirle a estos grandes medios que creen conciencia sobre este particular, más allá de un mero "recicle el plástico" o "separe la basura orgánica de la inorgánica", sería contravenir la misma razón de ser de estos multimedios globales, que son totalmente funcionales al sistema, de modo que por nada del mundo lo vulnerarían, y mucho menos por un asunto tan grave como este.

No estaría bien pasar por alto, en estas consideraciones, la oportunista película de Al Gore, quien, como todos sabemos, ha sido un mediocre político norteamericano, que luego de su fracaso por llegar a la Presidencia de su país, ha querido probar suerte con el cine. Y parece que con esto le ha ido bastante mejor que con la política.

No podemos dejar de reconocerlo, esta película ha concitado la atención de muchos sobre los peligros que encierra el cambio climático. Pero la misma, y en forma manifiesta, deja totalmente de lado las consideraciones sobre las verdaderas causas del problema. Además, su exhibición ha puesto en evidencia el doble discurso de este señor: ¿cuánto hizo Al Gore mientras fue el vicepresidente de la potencia que más contamina y destruye al Mundo para no llegar a este estado de cosas? ¿En qué ayudó para que la Humanidad no padeciera las catástrofes que le ha tocado vivir desde entonces, que en muy buena parte son producto directo de la acción irresponsable de su Nación? Nada. Sencillamente nada. Ahora es muy fácil "vociferar" (eso sí, sin ofender a ninguno de los intereses para los que gobernó) a través del cine .

Llamándole a las cosas por su nombre . Pues bien, mientras todo esto ocurre, la causa primordial que hace a este gran problema que enfrenta la Humanidad hoy y que pone en serio peligro su futuro, sigue siendo soslayado, sigue siendo dejado de lado. Los gobiernos de los países centrales, los grandes medios, y hasta una película, no hacen más que detenerse en los síntomas de la enfermedad y recetan medidas paliativas para que todo siga como está.

Por su parte, los movimientos ecologistas no se cansan de hablar de reglamentaciones ambientales, de formas de producción amigables con la naturaleza, y muchas otras cosas por el estilo que ciertamente son necesarias pero de ningún modo son suficientes.

No podemos seguir haciéndole el juego a los intereses dominantes sumándonos a los cambios de fachada mientras se nos cae a pedazos el resto de la casa. Ya es hora de que comencemos a llamar a las cosas por su nombre. El cambio climático es consecuencia directa y total del modo de organización económica, social y política que rige al Mundo: el capitalismo todopoderoso que ya no le basta con expoliar al Hombre, su voracidad también le impone la depredación de la Tierra. Claro está, hasta que nada quede .

La fase capitalista de la devastación, Naturalmente que quienes rigen al Mundo y aquellos que los sirven difundiendo el mensaje del pensamiento único que los sustenta, no dejan ni un solo día de jactarse del grado de desarrollo que ha logrado la Humanidad hasta el presente gracias a la imposición del sistema capitalista "Urbi et Orbi".

Sin embargo, para nada se jactan de que sea este modelo, y no otro, el que condena a casi 1500 millones de hombres y mujeres (un cuarto de la población mundial) a que vivan en la más absoluta indigencia y con una esperanza de vida que no supera los 29 años. Y a 1500 millones más los relega a que padezcan la pobreza extrema, y no con muchas más esperanzas que la de los anteriores, ni de vida, ni de ninguna otra especie. Tampoco se jactan de que sea este sistema, y no otro, el que destina millones de veces más recursos para la guerra que aquellos que serían necesarios para acabar con el hambre y las enfermedades curables que arrasan a miles de millones de pobres de nuestros días.

Pero lo mejor de todo es que detestan que a este modelo se lo califique con un adjetivo que sintetiza y define al milímetro la esencia primera y última del mismo, porque cuando hablamos de capitalismo, en cualquier lengua y en cualquier lugar del Mundo, hablamos de capitalismo salvaje. Es así de sencillo. La naturaleza misma del sistema lo vuelve ávido e insaciable, como la peor de las bestias animales tras su presa.

Ahora, lo que no hemos destacado lo suficiente, sobre todo en estos últimos años, es que el capitalismo, sin oposición ni frenos, ha ido mucho más allá, ha alcanzado un nivel superior en su evolución: a esta altura vivimos en lo que nos atreveríamos a llamar como la fase capitalista de la devastación. Sí, el capitalismo rampante de las últimas décadas ha alcanzando un estadio superior en su desarrollo, hoy ya no alcanza con explotar al Hombre, también es necesario esquilmar a la Tierra. Ese afán de lucro descomunal, de competencia feroz y de consumo desmedido que impone el sistema, que jamás se detuvo ni siquiera ante la vida humana arrasada, es el mismo que en su lógica voraz va dejando agotados, uno a uno, a todos los recursos naturales hasta que el Mundo, en sus cuatro puntos cardinales, se vuelva un páramo carente de toda forma de vida .




La nueva forma del neocolonialismo: las transnacionales . Debemos reconocerlo: el sistema capitalista se ha vuelto mucho más eficiente en estos últimos tiempos. En un principio, el modelo se aseguraba el dominio de los recursos naturales vitales mediante la conquista colonial, o los regímenes títeres que, por ejemplo, tanto padecimos en América Latina. Pero los reclamos de independencia política de los pueblos sometidos hicieron inviable estos métodos y el capitalismo cambió la estrategia: puso todo su peso en la imposición a nivel global del sistema neoliberal hasta extremos inconcebibles (muchas veces, incluso, a sangre y fuego dictaduras mediante) que luego del derrumbe del "socialismo real" tuvo todo el terreno libre a sus anchas.

A partir de allí el papel primordial en este juego lo pasaron a tener las grandes transnacionales (obviamente con todo el respaldo de los poderes centrales detrás suyo), que ante el creciente consumo y la también creciente escasez de los recursos básicos deben acceder directamente, globalización mediante, a los lugares donde éstos todavía abundan en los países del Tercer Mundo.

Y nosotros desde aquí, aún con gobiernos supuestamente "progresistas" o de "izquierda" seguimos abriendo las puertas y recibiendo con alfombras rojas a toda estas empresas multinacionales a través de la ahora "bendita" inversión extranjera que, sin ningún prurito, viene a quedarse con nuestras riquezas hasta dejarlas exhaustas. Pero peor aún, nuestros gobiernos le brindan todo tipo de beneficios extras que ninguna de las propias empresas nacionales jamás han tenido.

Claro está, nuestros gobernantes se excusan que sólo con la inversión extranjera es posible el desarrollo. De este modo desconocen más de dos siglos de experiencias por el estilo, que lo único que han traído a nuestros pueblos es más pobreza, más atraso y más postergaciones. Ni siquiera para las potencias económicas emergentes (China, India, Brasil) es viable un modelo de desarrollo capitalista. Hace muchos años que estas economías vienen creciendo a tasas muy altas, es verdad, pero el tan ansiado desarrollo que debe abarcar a todo el pueblo y mejorar definitivamente su forma de vida (eso es lo mínimo a lo que deberíamos aspirar en tal caso), nunca llega, ni llegará bajo este modelo. Olvidamos las enseñanzas históricas y volvemos a cometer los mismos errores .

Las cosas por las que vale la pena vivir no cotizan en ningún mercado . Obviamente la otra cara de esta moneda es el consumo desmedido que el propio sistema alienta y propicia. En este estado de cosas la población más rica del planeta despilfarra sin freno los recursos no renovables y el fin último de la propia vida pareciera que se reduce a colmar las ansias individuales con alguna cosa que tenga valor comercial.

Entonces, corresponde que nos preguntemos: ¿cuándo se va a limitar el incontrolable consumismo del Primer Mundo? Consumismo que absurdamente dilapida los cada vez más escasos recursos energéticos, a la vez que vierte a la atmósfera la inmensa mayoría de los gases de efecto invernadero. Un sólo ejemplo. Cada año que pasa se fabrican vehículos más potentes que consumen mayor cantidad de combustible por kilómetro recorrido. Esos automóviles suelen recorrer enormes distancias a diario para transportar tan sólo a su conductor. ¿Qué se hace por evitar este insensato derroche? Absolutamente nada. Es que si algo hicieran estarían atentando contra la sacrosanta libertad de mercado, violarían la sagrada satisfacción individual del consumidor (que encontró la felicidad al conducir su mini camión en formato camioneta), y vulnerarían al inmaculado espíritu de empresa de las grandes transnacionales del automóvil y del petróleo que deben seguir facturando y aumentando sus ganancias a como dé lugar.

Lamentablemente, si seguimos siendo parte de este tipo de engranajes de consumo, aún sin quererlo y desde la oposición más férrea al sistema, mal que nos pese lo estamos convalidando, estamos siendo el vehículo de su lucro desmedido, estamos empujando por un Mundo que no es el nuestro, por un Mundo que no es el queremos para nuestros hijos.

Algún día podremos cambiar nuestra mentalidad y reformular nuestros valores. Será el día que definitivamente entendamos que los cosas por las que vale la pena vivir, son aquellas que no cotizan en bolsa ni se venden en ningún mercado. Sin demoras deberíamos empezar a predicar con el ejemplo.

No queda más, entonces, que asumir nuestras responsabilidades. Debemos ser conscientes, y más que nada, debemos crear conciencia: el reloj del Mundo se echó a andar y ya comenzó con la cuenta regresiva. Todo se lo debemos al capitalismo que nació nutriéndose de la sangre de los esclavos, de la sangre de los oprimidos, y de la sangre de los trabajadores, pero que ahora, más voraz e insaciable que nunca, además, necesita de la sangre de la Tierra, y nada va a pararlo hasta dejarla seca. No podemos permitir que este sea el destino de nuestro Mundo. Sólo el socialismo y el Hombre Nuevo, podrán salvar al futuro de la Humanidad y también, al de su generoso suelo. Nuestros hijos y nietos se merecen un lugar más justo dónde vivir. En este Mundo, claro está, no en otro .

Batalla entre alimentos y combustibles, un problema actual

La producción de etanol a partir del maíz se está haciendo mundialmente intensiva. Ejemplo de ello es que en Estados Unidos se emplean alrededor de 3,3 millones de hectáreas de tierras --con un requerimiento masivo de energía para fertilizar, desmalezar y cosechar ese grano--, para producir 10,6 billones de litros de etanol que, a su vez, tan solo proveen el dos por ciento anual de la gasolina utilizada por los automóviles que recorren ese extenso país. Datos recientes de los 50 Estados de la Unión consideran que la producción de etanol carece de beneficio energético neto y requiere más energía fósil producirla comparado con lo verdaderamente producido. En resumen, y debido a la relativa baja densidad energética del etanol, aproximadamente tres galones de este producto son necesarios para reemplazar dos de gasolina.

No obstante, la producción norteamericana de etanol beneficia anualmente a los gigantes del agronegocio. Según estadísticas, en 1980 se introdujo un impuesto a este producto, pero hizo una excepción de 54 centavos por galón para aquellos utilizados en alconafta (nafta con un 10 por ciento de etanol), lo que trajo consigo un subsidio de 10 billones de dólares para la transnacional Archer Daniels Midland. En 2003 más del 50 por ciento de las refinerías norteamericanas de etanol pertenecían a grupos de agricultores y, en 2006, el 80 por ciento de ellas estaban en manos de sociedades anónimas, con unos 556 millones de dólares en ganancias proyectadas, beneficiando a los productores más grandes. Para el cierre del presente año, se espera que la cifra alcance los 1.3 billones de dólares. Así las cosas no hay que olvidar que la administración de George W. Bush se propone reducir el consumo de gasolina en un 20 por ciento en una década, para lo cual requerirá de unos 35 mil millones de galones anuales de combustibles alternativos para el 2017, además (¡y por supuesto!) de la contribución de proveedores extranjeros de biocombustibles, particularmente de etanol, el más utilizado. Actualmente, el área de tierra agrícola en la Unión es de unos 625 mil acres cuadrados, por lo cual alcanzar la demanda de aceite para biocombustibles requeriría unas 1,4 millones de millas cuadradas de maíz para etanol y unos 8,8 millones de kilómetros cuadrados de soja para biodiesel.

En suma, en la batalla entre alimentos y combustibles, los pobres y quienes sufren hambre en los países en desarrollo, quedarán a merced del Imperio para la definición de los precios de los alimentos, en su mayoría de primera necesidad para grandes grupos poblacionales. Prueba de ello es el incremento en el precio del maíz que, proporcionalmente, condujo a un reciente aumento (de un 400 por ciento) en el precio de la tortilla en México, país miembro del Tratado de Libre Comercio y, como es evidente, sujeto a los dictámenes comerciales de Washington y todo lo que ellos deriven.

Decidir si inyectar comida en los tanques de combustible de 800 millones de automóviles estadounidenses, o hacerla más accesible a los estómagos de, prácticamente, más de tres mil millones de seres humanos del orbe resulta un problema insoslayable que muchos gobiernos deben analizar con seriedad y raciocinio.

Una agricultura amamantada por el sol

Mientras muchos expertos, con Al Gore al frente, nos proponen engañosas soluciones tecnológicas contra el cambio climático –que lo único que pretenden es asegurar y consolidar un modelo de sociedad y de consumo capitalista e injusto–, el mundo rural, en un ejercicio de responsabilidad y sabiduría, nos ofrece propuestas fácilmente aplicables (sólo se requiere voluntad política), efectivas a la vez que transformadoras.

Vía Campesina, el movimiento que reúne a millones de campesinos y productores de todo el mundo, declara "que es tiempo de cambiar de forma radical nuestra forma de producir, transformar, comerciar y consumir alimentos y productos agrícolas". Porque todos los análisis explican que las actuales formas de producción y comercialización de alimentos, además de llevar a millones de familias campesinas a la ruina, son una causa muy significativa (38 por ciento, según el Informe Stern) del calentamiento del planeta.

En un mundo donde los alimentos son considerados una mercancía tenemos diseñados sistemas productivos industriales muy dependientes del petróleo, con un alto gasto energético que empieza en el uso de fertilizantes (se calcula que en fertilizantes se alcanza 2 por ciento del consumo mundial de energía), entre otros productos químicos, y concluye con absurdos desplazamientos de alimentos de una parte a otra del mundo. El documento de análisis elaborado por Vía Campesina pone un ejemplo escalofriante.

Un kilo de espárragos producido en México necesita cinco litros de petróleo para viajar vía aérea hasta Suiza. Sin embargo, un kilo de espárragos producido en Ginebra sólo requiere 0.3 litros de petróleo para llegar al consumidor. Los espárragos y el resto de vegetales comestibles consiguen transformar la energía que los alimenta: energía solar en energía comestible para el resto de la cadena alimentaria. Por lo tanto, podemos escoger entre espárragos contaminantes con sabor a petróleo o espárragos locales amamantados por el Sol.

Las políticas neoliberales no tienen ninguna alternativa sólida a estos modelos productivos, sin importarles sus consecuencias sociales y ecológicas de punto final. En cambio, Vía Campesina nos ofrece un cambio radical basado en la soberanía alimentaria de los pueblos, en una agricultura sostenible a pequeña escala, con muchas manos dedicadas a ella y de poco consumo de energía, que contribuirá a enfriar la Tierra y a transformar la sociedad.

Este nuevo paradigma alimentario es claramente una propuesta factible, de la que todas y todos nos beneficiaremos, a escala global e individual, al poder alimentarnos de productos sanos y sabrosos. Pero para ello, decía, hace falta voluntad política y, en concreto, como explica el documento al que me vengo refiriendo, hoy debemos exigir "el desmantelamiento completo de las compañías de agrocombustibles, que están despojando a los pequeños productores de sus tierras, creando desastres medioambientales; el remplazo de la agricultura industrializada por la agricultura sostenible a pequeña escala, apoyada por verdaderos programas de reforma agraria; la promoción de políticas energéticas sensatas y sostenibles que parten de un menor consumo de energía y la producción de energía solar y biogás por los campesinos del lugar y, por último, la abolición total de los subsidios que llevan al dumping (competencia desleal) de comida barata en los mercados de exportación."