Evitar el cambio climático exige el cambio político

Nadie en sus cabales aceptaría que a los padres de un niño con evidentes señales de maltratos, abusos sexuales, desnutrido y enfermo, se les confirmara su pretendido derecho a la custodia. Ni siquiera en el caso de que se confesaran arrepentidos de los hechos podría alguien que no fuese un canalla, permitir que ese niño siguiera expuesto a los mismos dolores y en manos de los mismos delincuentes, por más progenitores que se digan.

Al margen de las responsabilidades penales que la justicia determinase en el caso, esos padres son los menos indicados para criar y educar a un niño, y cualquier ciudadano sensato, cualquiera con sentido común, estaría de acuerdo en la necesidad de evitarlo, de proteger a ese niño de sus padres.

Pero esa general repulsa que no acepta discrepancias en relación a un menor maltratado y violado por sus propios padres, no se expresa, sin embargo, con la misma lógica y contundencia, respecto a otros maltratos y atropellos.

En relación al cambio climático, por ejemplo, no hay cabales que valgan, ni justicia que intervenga, ni sensatez que hable o común que imponga su sentido.

Los mismos responsables de haber conducido al planeta al calamitoso estado en que se encuentra, de haberlo exprimido hasta la extenuación, de haber generado los cambios climáticos que hoy se lamentan y que, asegura la comunidad científica, apenas son los primeros síntomas del desastre que se avecina, se arrogan el deber y el derecho de reconducir los pasos de ese maltratado, hambriento y enfermo niño.

Y aún van más lejos. Además, nos trazan las pautas de urbana conducta que debemos seguir los ciudadanos para contribuir a evitar el desastre, reciclando basura, economizando agua, ahorrando energía…mientras ellos multiplican los beneficios que les depara la ruina general y sus medios de comunicación hacen apología del más grosero despilfarro, del más absurdo consumo.

La pasada Navidad fue un hermoso escaparate en todo el mundo de hasta qué punto es creíble la buena voluntad de estados y gobiernos en relación al tema del ahorro energético. Vía satélite pudimos ver sobre el planeta los fantásticos destellos luminosos de la navidad en el mundo… en el mundo que no precisa velas. Pero nadie desconfía de la buena voluntad de sus Estados, de las iniciativas de sus gobiernos, de la bondad del modelo de desarrollo impuesto. El menor debe seguir a cargo de sus padres. Ocasionalmente, hasta se le puede entregar a alguno el premio Nóbel.

Los mismos intereses que han convertido la vida en un mercado, que han secuestrado todos los conceptos, que han precintado sueños y prostituido conciencias, que han desatado hambrunas y matanzas que son, al mismo tiempo, oráculos de Dios y del Estado, fariseos que viven de la bolsa, torturadores con licencia, honrados genocidas, se otorgan el deber y el derecho de seguir guiando los pasos de ese maltratado, abusado y hambriento niño.

Y también nos trazan las normas de pensamiento y convivencia que deberá observar la ciudadanía para superar la amenaza terrorista, la amenaza del paro, la amenaza de la droga, la amenaza de la indigencia, la amenaza de la violencia, la amenaza de nuevas amenazas.

Ellos están, precisamente, para preservarnos de todas las demás amenazas.

En eso andaba en estos días George Bush por Oriente Medio, repartiendo dinero, armas y amenazas. En eso sigue el gobierno israelí en los territorios ocupados, repartiendo muertos, muros y amenazas.

Los grandes medios de comunicación se encargan de transmitirnos el relato. La gente, agradecida, asiente y reconoce la importancia del disparo preventivo, la eficacia de la bomba de rutina, lo oportuno de la guerra humanitaria, lo aconsejable que es la paz castrense, y celebra y aplaude la terapia puesta en práctica con ese niño maltratado, enfermo y hambriento.

Nadie pone en duda la exaltación de la mentira o la difamación de la verdad.

Evitar el cambio climático exige el cambio político.

¿O dejamos al niño con sus padres?

El petróleo se pone a cien

El Año Nuevo nos ha traído una sorpresa: por primera vez, el precio del petróleo de referencia en Estados Unidos ha llegado a los 100 dólares. Hemos cruzado el umbral simbólico que todos estábamos temiendo: se acabó la época del petróleo barato y, con ella, el mito fundacional del modelo actual de desarrollo. Ya no es posible creer en el crecimiento económico ilimitado. Dentro de no mucho tiempo, tendremos serios problemas para pagar la factura energética e incluso, poco después, de conseguir un suministro suficiente. La era de la crisis energética ha comenzado.

A más corto plazo, el Año Nuevo también nos ha traído subidas generalizadas de la energía: la electricidad, el gas natural y el butano ya han subido y en cuanto a la gasolina? bueno, la gasolina no para de subir desde hace un par de años. De momento, cada hogar vasco dedica 800 euros al pago de la energía doméstica ?electricidad y gas, sin contar lo que vale llenar el depósito del coche?. No sabemos hasta dónde llegará la factura energética, pero sí sabemos que durante el 2006 la factura subió un 11% (EVE, 2007) a pesar de que el consumo apenas creció un punto y medio. A este paso, el 2009 nos traerá una factura de 1000 euros por hogar.

Que esto iba a llegar, ya lo sabíamos hace tiempo. Los especialistas llevaban tiempo avisando que la producción mundial de petróleo se estaba acercando a su máximo. Ya en 1956, el geofísico Hubbert predijo durante la reunión anual del American Petroleum Institute que la producción total de petróleo de los Estados Unidos alcanzaría su pico a finales de la década de los 60 o a principios de los 70. Cuando en 1970 se confirmó esta predicción, Hubbert alcanzó una gran notoriedad. Los últimos datos colocan el pico de producción mundial de petróleo en el 2010, con el pico de producción de gas unos años más tarde. De hecho, un creciente número de expertos creen que el pico de producción ya ha llegado: especialmente después del huracán Katrina, cuando Arabia Saudita admitió que no podía incrementar su producción para atenuar la crisis por las pérdidas en la producción y el refino sufridas en la zona del Golfo de México. En los últimos tiempos y después de negar la evidencia durante años, gigantes petrolíferos como Chevron Texaco y la propia Repsol-YPF asumen públicamente las predicciones de Hubbert.

El fin del petróleo barato hace pensar en un sombrío futuro en el que la humanidad tendrá que sobrevivir sin la principal fuente de energía que dio impulso a la revolución industrial y que nos ha servido para alcanzar el presente nivel de desarrollo. Muchos piensan que estamos ante el inicio de la crisis definitiva del petróleo. Definitiva porque será la última y la que obligará a efectuar los mayores ajustes y recortes en su consumo como nunca antes se ha hecho. El petróleo caro y, dentro de poco, la escasez de gas y petróleo, van a ser un golpe mucho más duro que el cambio climático. Además, los dos se van a dejar sentir al mismo tiempo: dentro de una o dos décadas.

El fin del petróleo barato es una emergencia que amenaza directamente nuestro modo de vida actual, el nivel de desarrollo que hemos alcanzado y, más allá, la paz, la justicia y la solidaridad entre ciudadanos, pueblos y generaciones independientemente de su nacionalidad, estatus socio-económico o cualquier otra condición humana. Berdeak/Los Verdes no queremos ?ni podemos? continuar con esta dependencia del oro negro y con ella, de las multinacionales que lo controlan y de los regímenes dictatoriales que lo utilizan para mantenerse en el poder y negar a los ciudadanos ?y especialmente a las ciudadanas? las libertades sociales y políticas e incluso los derechos humanos más básicos. Es hora de tomar decisiones serias sobre nuestro futuro energético y cuestionar decididamente el sistema económico actual y la actuación de los partidos políticos tradicionales que nos lo imponen.

Hoy, muchos de ellos, sin importar su adscripción ideológica, se llenan la boca de ?participación ciudadana? cuando llevan años agarrados en el poder, controlando y promoviendo una sociedad petroleada. En este contexto el abrir ?consultas? para plantear nuevas fronteras en un mundo interconectado deja de ser prioritario ya que el más urgente reto del siglo XXI para el conjunto de la ciudadanía tiene un barniz ecológico y energético. En Occidente, más allá de nuestras disputas y reivindicaciones nacionales y territoriales, estamos vinculados por un gran lazo estructural y cultural que rige nuestras vidas y comportamientos: la energía barata que ha permitido desarrollar la sociedad industrial que todos compartimos.

En este marco donde el motor de petróleo resulta más determinante que el carné de identidad, tenemos que ser conscientes de la amenaza que el precio del petróleo y del gas supone para el futuro de todos y cada uno de nosotros. Si no hay energía barata, no habrá libertad ni autonomía individual o colectiva de cualquier tipo en cualquier parte de Europa. El derecho a decidir tan alabado ?o criticado, según por quién? se convertirá en una quimera más debido a nuestra dependencia a los caprichos de aquellos que controlen allá y administren aquí los últimos pozos de petróleo y los últimos depósitos de gas natural.

Por ello, existe una necesidad urgente de tomar decisiones compartidas sobre nuestro modelo energético, pilar de nuestro porvenir común. Ante el fin de la era del petróleo que amenaza las raíces de la civilización industrial, hará falta, de acuerdo con la moda de estos tiempos, otra ?hoja de ruta? ?esta sí, participativa? encaminada esta vez hacia la ?normalización energética?. Para acabar con la adicción al petróleo, este camino podría culminar con otra ?consulta?, para que los ciudadanos podamos decidir libremente, por lo menos a nivel local y europeo, qué tipo de futuro energético queremos y podemos ofrecernos. Estenuevo ?ciclo histórico? ?y que nos perdonen los juristas por las imperfecciones del planteamiento? es una puerta abierta a la esperanza para que las generaciones futuras disfruten de un mundo en paz. Cuando el petróleo se pone a cien, quizá sea hora de una energética consulta.

Pintando de verde los cultivos energéticos

¿Adónde va la agricultura? ¿Podemos alimentar a una población creciente y satisfacer la demanda de biocombustibles en el Norte Industrializado? Partidarios de la agricultura de biocombustibles, (compañías de granos y productos químicos, inversionistas de Wall Street, políticos y la mayoría de los investigadores en las Universidades) evitan mencionar el coste de los insumos, los combustibles fósiles, el daño al medio ambiente, el precio físico a pagar por animales y humanos, y el creciente problema de hambre que acompañará el paso de la producción de alimentos a los cultivos energéticos. Quieren que creamos que el cambio a cultivos energéticos será tan fácil y tan práctico.

Charles Grassley, senador por Iowa, EE.UU., nos dice que los "biocombustibles" darán renovada importancia a la agricultura como productor de energía así como alimentos y fibras. Será una situación en la que sólo se puede ganar, buena para la independencia energética de EE.UU., la prosperidad económica y para el entorno.

¿Salvará la producción de bioenergía a la agricultura estadounidense, terminará nuestra dependencia del petróleo, salvará el medioambiente y mantendrá alimentos sobre las mesas de todos? Tal vez no. Los biocombustibles no son la "vaca de dinero" que prometieron a los agricultores. Como fuente de energía son menos eficientes y no son "más verdes" que el petróleo. Su cultivo llevará al aumento de los precios de alimentos y como resultado, los pobres sufrirán aún más riesgo de pasar hambre. Selvas húmedas serán destruidas y se convertirán en tierras de cultivo, campesinos en todo el mundo seguirán perdiendo sus tierras, su soberanía alimentaria, todo para alimentar el apetito de combustible del mundo.

¿Pueden reemplazar los biocombustibles una cantidad importante de combustible fósil? Tal vez no sea así. Si hubiésemos dedicado en 2006 toda la producción de granos de EE.UU. a la producción de etanol, habríamos reemplazado sólo un 12% de la gasolina que usamos. Si hubiésemos plantado cada hectárea de tierra de cultivo en la nación con maíz habríamos reemplazado sólo un 80% de la gasolina que usamos. Si la Administración de Información de la Energía de EE.UU. tiene razón en sus cálculos y en 2030 EE.UU. fuera capaz de producir 700.000 barriles de etanol por día, habríamos logrado compensar aproximadamente un 6% de nuestras necesidades de combustible para el transporte.

¿Es etanol realmente un combustible renovable? Tal vez no lo sea. Un artículo en la revista Science en 2006 muestra que, sobre la base de investigadores de la Universidad de California Berkeley, sólo entre un 5% y un 26% de la energía en etanol es "renovable." El combustible fósil requerido para cultivar y procesar el etanol, negó en realidad la mayor parte de su valor energético.

¿Son realmente mejores para el medioambiente los biocombustibles? Tal vez no lo sean: Datos de la Universidad de Edimburgo muestran que los biocombustibles producen altos niveles de óxido nitroso, un gas invernadero 300 veces más potente que el CO2. En total pueden producir un 70% más de emisiones de gas invernadero que los combustibles fósiles.

¿Podremos producir niveles importantes de cultivos energéticos sin tener impacto en los suministros y precios de alimentos del mundo? Tal vez no. La producción de biocombustibles podría aumentar los precios de alimentos hasta entre un 20% y un 40% según el Instituto de Investigación de Política Alimentaria Internacional en Washington.

La producción de biocombustibles depende de miles de millones de dólares en subsidios gubernamentales en la forma de garantías de préstamos para la construcción de plantas de biocombustibles, exenciones de impuestos para biocombustibles y pagos directos a los agricultores. Un estudio de 2006 del Instituto Internacional por el Desarrollo Sostenible mostró un coste anual en subsidios de 1,05 a 1,38 dólares por galón de etanol producido, un total de 7.000 millones de dólares. ¿Cuánto estamos dispuestos a gastar y para qué?

Los biocombustibles son una estafa pintada de verde, una solución "para sentirse bien" de cara al fin del petróleo barato. Cuando se considera el sistema agrícola industrial que es necesario para su producción, los biocombustibles son cualquier cosa pero no sostenibles. Los costosos insumos de combustible, fertilizante y semillas biotecnológicas cuestionarán la rentabilidad de los agricultores del norte, mientras los agricultores campesinos seguirán siendo expulsados para crear sitio para los monocultivos de maíz, soya, caña de azúcar y palmas de aceite. Subirán los precios de alimentos, aumentarán el hambre y la pobreza y no estaremos más cerca de la independencia energética o de combustibles verdaderamente renovables.

Ahora, cuando el presidente y el Congreso nos han atrapado, mediante las Leyes de "Farm and Energy" en la producción en gran escala de cultivos energéticos y en la creencia de que podemos seguir viviendo, sin ser afectados, nuestras vidas como de costumbre, ¿qué debemos hacer? Necesitamos soluciones energéticas que funcionen, estándares duros para el uso de combustible en los vehículos, nuevos sistemas públicos de transporte, energías verdaderamente renovables como la energía eólica y solar y compromisos vinculantes con la conservación y el reciclaje, ahora, no con promesas poco realistas para el año 2030.

Así que, la próxima vez que conduzcamos al supermercado y nos quejemos por los precios elevados, y luego carguemos nuestro vehículo todo terreno con combustible flexible, ¿pensaremos en el 50% de la población del mundo que vive con menos de dos dólares al día? ¿Consideraremos siquiera que al caer en la estafa del biocombustible también nos apoderamos de su soberanía alimentaria y podríamos haberla condenado a muerte?